A mediados de agosto se elevó a rango constitucional el derecho de toda persona a buscar y recibir asilo o refugio en México, lo que en los hechos debe permitir una política mucho más solidaria con aquellas poblaciones que sufren persecuciones por motivos políticos o cuya vida, libertad o seguridad estén en peligro.

La práctica mexicana de otorgar refugio a extranjeros que huyen de sus países data al menos de hace un siglo. La primera oleada se dio a fines de los años 20 cuando el imperio ruso se convertía en URSS, prosiguió en la década de los 30 con el arribo de republicanos españoles que huían de la guerra civil, durante la Segunda Guerra Mundial la llegada de extranjeros continuó. Hacia los setenta se dio la llegada de sudamericanos que salían de naciones dominadas por regímenes militares. En los 80 se registró un ejemplo más de refugio cuando miles de guatemaltecos fueron ubicados en Campeche mientras su nación libraba una guerra interna; años después, al final del conflicto, fueron repatriados.

La práctica de otorgar refugio le ha valido a México reconocimiento internacional, pero en la actualidad los casos parecen venir a menos. En 2015 tres mil 137 centroamericanos —que huyen de la violencia criminal de sus naciones— solicitaron refugio, de los cuales 2 mil 205 terminaron el proceso y únicamente 875 lograron quedarse.

No se puede decir que México cierre los ojos a situaciones de regiones latinoamericanas, ya que actualmente hay miles de haitianos en Tijuana que pidieron refugio mientras buscan ingresar a Estados Unidos, pero hacia ciudadanos de otras partes del mundo parece haber desinterés. Hay regiones en zonas africanas y de Medio Oriente que atraviesan situaciones de guerra que han dejado millones de personas en desamparo.

En EL UNIVERSAL conocemos hoy la historia de tres estudiantes sirios que llegaron a México como parte del proyecto Habesha, una acción impulsada por universidades y organizaciones privadas para traer al país a 30 jóvenes sirios que interrumpieron sus estudios por el conflicto que vive su nación, cuya situación ha dado al mundo las más dramáticas imágenes de seres humanos que buscan huir de la guerra.

La asistencia humanitaria que ha practicado el país debe ser de alcance internacional y no limitarse a nuestra región. En 2013 y 2014 México reconoció la condición de refugiados a 16 sirios, mientras Brasil proporcionó visas a 8 mil ciudadanos de ese país y otorgó refugio a 2 mil 100.

Para la UNESCO, la diversidad cultural es la cuarta “dimensión” del desarrollo junto con los aspectos social, económico y ambiental. Tender puentes para recibir a personas de otras partes del mundo debe verse como oportunidad de conocer pensamientos y visiones distintas, y no como un temor.

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