Desde hace más de 200 años México y Estados Unidos (no importa ahora el nombre que las naciones hayan tenido antes) han compartido un pedazo de continente en esta América del Norte. Por diversos hechos históricos, un día en siglos pasados comunidades mexicanas amanecieron en “otro país”, pero conservaron sus costumbres. Así dio inicio a una relación bilateral que nunca ha sido tersa y, en la mayoría de las ocasiones, más bien desigual.

Con el triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenciales estadounidenses, se prevé que los vínculos entre México y Estados Unidos entren en un periodo de distanciamiento, e incluso de abierto abuso por parte del próximo inquilino de la Casa Blanca. En su campaña, el candidato del Partido Republicano arremetió contra la presencia de mexicanos en Estados Unidos, los llenó de adjetivos (criminales, violadores) e hizo de su propuesta de levantar un muro fronterizo (pagado por México, según él) casi un lema de campaña.

Lo que viene ahora es un complicado proceso diplomático que debe emprender la parte mexicana para descartar o mitigar cualquier posible acción del próximo gobierno contra connacionales en Estados Unidos. Los mexicanos que habitan en el país vecino deberán percibir que por parte de su gobierno hay un apoyo real y no sólo en el discurso.

El tema migratorio es el riesgo mayor, porque en materia comercial la integración lograda por Canadá, Estados Unidos y México ha sido como pocas en el mundo. Romper, modificar o ignorar los lazos económicos representaría, sin exagerar, una catástrofe para al menos una decena de estados estadounidenses que tienen en México a su principal socio y mayor comprador de productos.

Compañías estadounidenses cuentan con oficinas a lo largo del territorio mexicano para atender de manera directa sus negocios aquí. Estadounidenses en retiro han elegido ciudades mexicanas para descansar el último tramo de su vida. Las cifras de turismo bilateral se contabilizan por millones (de personas y de dólares). Hay ciudades estadounidenses de la frontera que dependen de la clientela mexicana. Todo lo anterior es casi imposible de borrar desde un escritorio.

El bloque comercial norteamericano representa también un contrapeso a los bloques europeo y asiático que hay en el mundo. Cualquier intento por modificar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte no será fácil y antes tiene que ser ratificado por los congresos de las tres naciones.

No se puede negar, como lo definió un libro a mediados de la década de los 80, que México y Estados Unidos tienen una vecindad distante, pero también es cierto que se trata de una vecindad indisoluble.

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