Platicaban dos amigos:

—¿Jugamos a Policías y ladrones? —¡Órale, buena idea! ¿Nos echamos un volado, para ver a quién le toca ser policía?

—¿Mejor nos ponemos de acuerdo?, o con barajas, el que saca rey de espadas…

—No. Mejor nos ponemos de acuerdo, me toque sotas o cualquiera. Yo pido ladrón.

—Yo también. Quiero ser el ladrón.

—No, mano, nos ponemos de acuerdo. Uno empieza policía, luego le toca ser ladrón.

—¿Pues cómo? ¿Es cuento de hadas? ¿Qué no son lo mismo?

—No seas güey, por eso es juego. Además no es así. El chiste es que el poli adivine.

Pasa una joven, también amiga, se les acerca, y les dice:

—¿Cómo andan? Yo súper sacada de onda. Estábamos mi hermano y yo frente a la puerta de la casa, y que se nos para enfrente una patrulla. Nos querían sacar moneys porque, dijeron, “están tocando un arbolito.” ¡Imagínense! ¡Ladrones!

—¿Tocando un arbolito? Eso se me hace que es pecado. Zoofilia, pedofilia, arbolfilia.

—Arbolfilia severa, dándole por el tronco, jalándola por las ramas, mamada de hoja…

—No, babosos. No estábamos toqueteando el árbol, sino colgándole una lamparita porque no sirve el alumbrado público. Para iluminar la calle, porque está oscurísima.

—¿Estabas tú sola?

—Con mi primo.

—¿Se llama Arbolito?

—Ya, ¡no molestes! ¿Va a decir fue mi culpa lo que pasó? ¿Y ustedes qué hacen?

—Estábamos planeando jugar Policías y ladrones. ¿No te apuntas?

—¡Deveras que son babosos! Tantas cosas importantes en qué pensar. Que se aplique la Ley Cinco de Junio… No me vean así, es para que no se repita la tragedia de la Guardería ABC… Y para ponerse al día… siempre hay algo nuevo terrible, tenemos que hacer algo. El mundo está que arde, ¡y ustedes se ponen a jugar Policías y ladrones!

—Tú ponte todo lo seria que te dé la gana, y déjanos en paz.

—Al ratito me pongo seria, ahora les cuento que el otro día caímos en un súper bache y por eso se nos ponchó una llanta. Y ¿qué creen? Se para a nuestro lado una patrulla…

—Otros ladrones.

—¡Ya!, ¡mano!, contigo no se puede platicar. Me sales con cada tapabocas…

—Eres tú, de pesada. Entonces, ¿qué? ¿Juegas con nosotros? Ándale, un rato siquiera.

—Bueno, ¿cómo es el juego? No lo conozco, díganme.

—Vas aprendiendo mientras va ocurriendo. A ti te toca ser ciudadana.

—¿Y qué hace el que es ciudadano en el juego de Policías y ladrones?

—Nada, nomás enreda la cosa. Le toca ayudar a que se confunda todo, es su papel; soborna al policía; solapa al ladrón. Es lo que tienes que hacer. ¿Va?

—Explícame, ¿a ver? Yo no le di nada al poli. ¿Cómo los ciudadanos enredan la cosa?

—Ay, ya, cálmala. No te hagas la filósofa.

—Propongo juguemos a las elecciones, ya mero hay elecciones, está de moda.

—¡Órale! No es mala idea. Y ya somos tres, con eso la armamos. ¿Tú, mano, qué quieres ser? Yo pido ser como los que cuelgan en los postes, que a mí me voten. ¡Can-di-da-to!

—Ya cambié de idea. No hay que jugar a eso. Es lo mismo que Monopoly, se trata de ganar millones. Me repugna. Nomás calculen: para las elecciones de 2015, el INE mexicano pidió 5,355,000,000 de pesos —no es chiste, es verdad—. En cambio, las pasadas elecciones generales británicas (incluyendo las del Primer Ministro) otorgaron a los partidos 999,000 libras esterlinas, 100 veces menos. ¿O fueron mil veces menos?

—No, manita, no sólo eres una pedante: no entiendes. No es el bonche de billetes lo que importa. El chiste es qué promesas haces. ¡El cambio!, como candidato tienes que proponer cambios, ¿ves? Se trata de eso, de cambiar, de prometerle a la gente.

—Ay, sí, ¡promesas! ¡Cambio! ¡Cambio y fuera, manitos!

—¿Entonces qué, mejor a Policías y ladrones? Si sí, yo pido me eligan gobernador.

—Y yo pido me voten para senador. Al que pierda, le toca ser ciudadano.

—¡Son ustedes dos un asco! Para el caso, jugamos Policías y ladrones, y yo pido ser la reina de los ladrones. En este país, el que financia el ciudadano, se sirve con cuchara grande, y qué porque ése manda. El que cobra, en México, es el que manda.

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