¿Cuánto valen tres vidas? En México, la de María Ligia y sus bebés valen un bledo. O importan lo que considera el Estado: entre poco y nada. En su casa, para su esposo, sus cinco hijos, sus familiares y amigos, Ligia y los bebés que llevaba en el útero, valen tanto como el amor que uno profesa —usted, yo— por los suyos. Enorme e insalvable distancia: ser pobre, indígena, campesina y hablar con dificultad el español es ave de mal agüero. Muchas mujeres encarceladas en Guanajuato y otros estados por abortar representan uno de los infiernos mexicanos: ser mujer, pobre, analfabeta e indígena garantiza desprecio, estigmatización y ausencia de futuro. Ligia como México. México como Ligia.

Penosas y dolorosas las líneas siguientes. Desde 1990 han muerto en el país, aproximadamente, 30 mil mujeres por abortos mal practicados. Según la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos, dentro de los 34 países miembros, México ocupa el primer lugar en embarazos no deseados. La misión de la OCDE radica en “promover políticas que mejoren el bienestar económico y social de las personas alrededor del mundo”. Si la OCDE supiese de los casos Ligia cuestionaría la permanencia de nuestro país en su seno. Ligia no pertenecía al universo OCDE.

La tragedia de Ligia es la tragedia de más de la mitad de la población mexicana: ser pobre. Su viacrucis es el de todos los connacionales cuyas oportunidades para llevar una vida digna son nulas antes de haber nacido. ¿Quién es el responsable de su muerte y la de los bebés del embarazo gemelar? El Gobierno actual y los previos. Ligia no es un caso aislado, es retrato del desgobierno y muestra de la falta de compromiso del sector salud hacia sus connacionales. En México, el servicio de salud para la población imposibilitada de elegir dónde y con quién atenderse es (muy) ineficiente. Las naciones tienen la obligación de proteger la salud de sus ciudadanos. La salud es derecho humano. En esa materia, como en otros rubros relacionados con los derechos humanos, México incumple.

Pocos días atrás, en el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, GIRE (Grupo de Información en Reproducción Elegida) lanzó la campaña en redes sociales, “María Ligia, Yucatán la dejó morir” (). La campaña invita a la comunidad a reflexionar acerca del amargo periplo de una mujer cuya muerte suma injusticia, servicios inadecuados de salud y un desprecio absoluto a principios éticos fundamentales.

Unas palabras sobre el caso. Ligia, de 41 años de edad, madre de cinco hijos, explica GIRE, vivía en Chacsinkín, municipio ubicado a dos horas de Mérida. El 25 de enero de 2014, cuando cursaba la semana 21 de un embarazo gemelar, sintió fuertes dolores en el vientre por lo que su madre la llevó al Hospital Comunitario de Peto, dependiente de la Secretaría de Salud. En el nosocomio le informaron a la madre, y a Eutiquio, el esposo, que ante la amenaza de aborto, Ligia sería sometida a una cesárea para salvarle la vida; el procedimiento con-llevaría la muerte de los bebés. Al día siguiente el diagnóstico se modificó: Ligia estaba anémica e infectada. Por falta de recursos debía ser trasladada al Hospital General Agustín O’Horán, en Mérida, donde horas después falleció.

Tras el deceso, todo fue confuso. Primero se informó que la madre murió, que los gemelos habían sido colocados en incubadoras y que en vez de cesárea la sometieron a parto. Cuando Eutiquio solicitó ver a los gemelos le informaron que habían fallecido. Al solicitar ver los cuerpos, el hospital lo impidió, alegando que no era su obligación mostrarlos. Nueve días después de los decesos el padre recibió los restos de sus hijos.

No son la clínica de Peto ni el hospital de Mérida los responsables de muertes maternas o violencia obstétrica. La responsabilidad es estatal y federal. Yucatán se encuentra encima de la media nacional de muerte materna. A pesar de haberse aceptado la recomendación de la CNDH en el caso de Ligia, nada se ha hecho al respecto. Ligia como México. México como Ligia.

Notas insomnes. México se comprometió en el año 2000 a reducir en 75% las muertes maternas como parte de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. México no ha cumplido.

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