La impactante victoria del candidato presidencial izquierdista Andrés Manuel López Obrador en las elecciones generales del domingo en México indudablemente ha renovado las esperanzas de los movimientos progresistas latinoamericanos , removidos del poder por los partidos políticos conservadores después del periodo de la llamada “ ola rosa ” en 1998-2015 .

Como la segunda economía de la región, capaz de ejercer una fuerte influencia cultural y social caracterizada por su integración comercial con América del Norte, México por mucho tiempo fue considerado la excepción entre la radical Revolución Bolivariana de la Venezuela de Hugo Chávez y los mandatarios moderados de centro-izquierda de Chile , Michelle Bachelet y de Uruguay , Tabaré Vázquez .

Las raíces ideológicas de su influencia en América Latina y el Caribe se establecieron tras la Revolución Mexicana de 1910-1920 .

Durante la Guerra Fría y la serie de dictaduras militares que envolvieron a la región, emanadas de la Doctrina de la Seguridad Nacional estadounidense , nuestro país fue visto como un faro de estabilidad y crecimiento, pese a que su sistema monopartidista, basado en la combinación de autoritarismo y medidas socialdemócratas del Partido Revolucionario Institucional ( PRI ) dio muestras de agotamiento desde la masacre de estudiantes en Tlatelolco de 1968 y la devaluación del peso en 1976 .

Sin embargo, en contraste con el regreso gradual a la democracia en América Latina en los años 80 y la frustración causada por la siguiente “década perdida” de dolorosos “ajustes estructurales” que allanaron el camino a los líderes de izquierda, la tardía transición política en México produjo un nuevo gobierno derechista favorable al libre mercado encabezado por el Partido Acción Nacional ( PAN ) en 2000, lo que es significativo para ilustrar los rasgos únicos que cada país posee en su propio desarrollo.

La atención de la comunidad internacional se dirige ahora a Brasil , donde el paisaje político plantea un verdadero enigma.

Los votantes elegirán ahí un nuevo presidente , gobernadores estatales , la Cámara de Diputados y dos tercios del Senado el 7 de octubre, al tiempo que las encuestas señalan que la mitad de la población no apoya a ninguno de los posibles candidatos.

La destitución de Rousseff

Aclamado como un modelo para las naciones en desarrollo gracias a su éxito en reducir la pobreza extrema, hasta el grado en que el politólogo mexicano Jorge Castañeda —ex asesor de Ricardo Anaya, aspirante presidencial del PAN—lo llamaba la “ buena izquierda ” para diferenciarlo de la “ mala izquierda ” al estilo cubano y venezolano, los 13 años de gobierno del Partido de los Trabajadores ( PT ) terminaron en un desastre con la destitución parlamentaria de la presidenta Dilma Rousseff bajo cargos de manipulación del presupuesto .

El popular predecesor de Rousseff en el Palacio de Alvorada, Luiz Inácio Lula da Silva , fue sentenciado a 12 años de cárcel por lavado de dinero y corrupción pasiva en relación con el escándalo Lava-Jato ( Lavado de Auto ) de sobornos en la firma petrolera estatal Petrobras .

Lula está impedido de buscar un cargo en las urnas debido a la iniciativa anticorrupción que él mismo promulgó en 2010.

No obstante, se espera que el Supremo Tribunal Federal ordene la liberación de Lula mientras apela el fallo en su contra antes del 15 de agosto, cuando será registrado formalmente como candidato.

Apenas saliendo de la más profunda recesión en la historia brasileña , el actual presidente, Michel Temer , elegido en 2014 como compañero de fórmula de Rousseff, tiene una aprobación de solo 3% y el panorama para su campo conservador es sombrío, según la compañía encuestadora Datafolha.

Cuando Lula es incluido en la lista de candidatos, encabeza los sondeos con 30%, seguido por un 21% de votos en blanco o anulados y un 17% para el candidato de extrema derecha Jair Bolsonaro .

Cuando se excluye a Lula, 34% afirma que anulará su voto, con un pequeño grupo que apoyaría a Bolsonaro, otorgándole 19%.

Una creciente desilusión también prevalece entre los electores en Argentina , donde el ex alcalde de Buenos Aires y empresario conservador Mauricio Macri resultó elegido en 2015 con el mandato de reanudar la expansión económica al terminar el auge de las exportaciones de materias primas a China, una de las principales razones del ocaso de la “ola rosa” en Sudamérica.

Si bien la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner fue indiciada por fraude por conspirar con su secretario de Obras Públicas para robar millones de dólares, las perspectivas de su peronista Frente para la Victoria rumbo a las elecciones generales de octubre de 2019 han mejorado ante los recortes masivos del gasto público y los aumentos a las tarifas de los servicios públicos.

Las acciones de Macri para fortalecer al peso y bloquear la salida de capitales hasta ahora han fallado, pese a la aprobación de un paquete de apoyo por USD $50 mil millones de dólares del Fondo Monetario Internacional ( FMI ) y el mantenimiento de tasas de interés estratosféricas, en el orden de 40%.

El FMI es uno de los organismos internacionales más despreciados en Argentina.

Cabe mencionar que su paquete de reformas aplicado en 2000 a instancias del entonces presidente Fernando de la Rúa elevó el nivel de pobreza de 35% a 54% y en los meses siguientes, la crisis económica condujo a una estampida bancaria y a una crisis política con cinco presidentes en diez días hasta la elección del finado Néstor Kirchner , esposo de la hoy senadora federal.

En otros países los partidos conservadores han observado un mejor desempeño y están reteniendo el poder de cara a nuevos desafíos de la izquierda .

En Chile , el ex mandatario y empresario Sebastián Piñera resultó elegido en 2017, mientras que en Colombia el abanderado del Centro Democrático, Iván Duque , ganó en segunda ronda en junio el Ejecutivo frente a Gustavo Petro, del Movimiento Progresista.

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