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El escritor y periodista de origen venezolano Fernando Báez, quien ha documentado diversas catástrofes culturales en Medio Oriente y América Latina, llegó a México a principios de este año para establecerse de manera temporal y lo que encontró después de los sismos del pasado 7 y 19 de septiembre fue un panorama desolador. La situación no puede compararse con las destrucciones causadas por las guerras en países como Irak y Siria, experiencias que ha retratado en sus ensayos y crónicas pero, en opinión del escritor, estamos ante una catástrofe cultural que requiere ser atendida de manera inmediata, mediante procesos transparentes y ágiles que permitan la protección y rescate de esos bienes culturales que, en un estado de emergencia como el actual, están a merced del pillaje y la negligencia.

“Me alarma inmensamente el estado de descuido y negligencia en el que he visto una gran cantidad de esos monumentos, que son referencia para los jóvenes, para la sociedad”, dice en entrevista el escritor que en los últimos meses ha visitado sitios en Chiapas, Oaxaca, Morelos y partes de la ciudad de México, como Xochimilco, donde el sismo dañó iglesias, templos, museos y bibliotecas comunitarias.

“Una de la cosas que me ha llamado la atención es la postergación de la recuperación de ese patrimonio cultural, en algunos casos para atender hasta 2020, un programa que hace pensar que las autoridades mexicanas parece que solo están esperando el evento electoral para dejar en manos de otras personas algo que tendrían que atender inmediatamente. Esto requiere medidas inmediatas, radicales, es para atenderse los próximos meses porque el daño se va incrementando; además, las réplicas o los otros sismos han ido aumentando el daño”, añade.

En su travesía por los sitios antes mencionados el autor asegura que ha podido constatar que seis meses después de los sismos que sacudieron 11 estados del país y dejaron más de mil 800 inmuebles históricos y artísticos dañados, el patrimonio cultural sigue sin ser atendido. Por lo que alerta sobre los riesgos de saqueo si no se atienden de manera oportuna, pues recuerda que México, con su vasta herencia arqueológica y colonial, es también uno de los países de tránsito para el tráfico de bienes culturales.

El autor de libros como El Saqueo Cultural de América Latina. De la Conquista a la Globalización (Óceano, 2008) y Las Maravillas Perdidas del Mundo. Breve Historia de las Grandes Catástrofes de la Civilización (Óceano, 2012) advierte que este tema no debería tomarse a la ligera y que desde los primeros eventos catastróficos, las autoridades federales debieron activar “medidas radicales de protección al patrimonio cultural” con apoyo de UNESCO, Interpol, INAH e instancias judiciales, además de implementar un programa de capacitación para que agentes aduanales estén alertas ante el posible tráfico ilícito de bienes culturales. “Es el tercer delito más rentable del mundo. México tiene una gran riqueza cultural y eso, lamentablemente, también está marcado por el hecho de que es uno de los países de tránsito de tráfico ilícito de bienes culturales”, alerta.

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Apatía y burocracia.

El investigador, que en 2003 formó parte de una comisión de investigación sobre los daños al patrimonio cultural durante la guerra en Irak y atestiguó la destrucción deliberada de bibliotecas, museos y monumentos, reconoce la labor que en el país están teniendo las comunidades o personas que por sus propios medios se han dado a la tarea de rescatar su patrimonio. Aún así considera que el riesgo de pillaje o abandono de bienes afectados es inconmensurable, sobre todo si se continúa con “la apatía oficial” y la burocracia en que parece haber caído el proceso de rescate, tanto el de la infraestructura en general como el de nuestro patrimonio cultural. “Creo que debería crearse comisiones que no se dilaten en burocracia o papeleos y que terminen como esa comisión para la reconstrucción que terminó en la corrupción, en la mentira, en la manipulación”.

México, dice, se encuentra “ante una zozobra que amerita implementar de inmediato una serie de protocolos internacionales que ya están suscritos con organizaciones como la UNESCO” para agilizar las ayudas internacionales. Por otro lado, las autoridades culturales deberían transparentar y actualizar constantemente las cifras y datos sobre la destrucción y el desarrollo de la recuperación del patrimonio cultural para evidenciar la magnitud de los daños, pero también para tenerlo como registro, opina: “No veo cifras o datos claros, información de referencia, se han limitado a cumplir con entregar alguna que otra clase de información de una manera muy yuxtapuesta, que se pierde y se desvanece en medio de todos los acontecimientos políticos y criminales que envuelven al país; este ambiente tan crispado que hay se presta para que todo se confunda”.

Báez reconoce que México cuenta con una gran riqueza cultural y excelentes cuadros de investigación dedicados al patrimonio, pero lamenta que una institución como el INAH no tenga los recursos económicos suficientes para fortalecer a sus investigadores y académicos que, en un contexto de emergencia cultural como el de ahora, se requiere de sus conocimientos. “La falta de apoyo al INAH, los bajos salarios de su personal, no ayudan. Al INAH deberían fortalecerlo con urgencia”, señala.

Desde su experiencia como investigador del patrimonio cultural destruido o en riesgo, el autor de “Nueva Historia Universal de la destrucción de los libros. De las tablillas sumerias a la era digital” (Océano, 2011) considera que la mejor manera que existe para prevenir una catástrofe cultural, así sea por eventos naturales, es invertir en investigación y evitar la corrupción en las áreas culturales. “La situación del patrimonio cultural en México es grave y creo que lo ha sido desde hace mucho tiempo por distintas razones, pero principalmente por el oportunismo político, la cultura es un área donde no se invierte porque no les da votos, en tiempos electorales no les produce ningún resultado”, apunta.

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