Un año antes de su inesperada muerte, el presidente realizó una visita oficial de dos días en la , acompañado de su esposa .

El recorrido lo realizó en un automóvil descapotado, similar al que abordó el día que lo asesinaron. En esta ocasión, Kennedy iba acompañado del presidente en turno de México, .

Los reporteros de EL UNIVERSAL reportaron que los cuerpos de seguridad, tanto mexicanos, como de EU, reportaron una jornada demasiado tranquila, en la que no hubo preocupación por la seguridad de los mandatarios. Sin embargo, entre el derroche de emociones durante el desfile hubo unos cuantos incidentes entre los capitalinos: como dos jóvenes heridos por caer de árboles y un hombre de 65 años que murió de un infarto.

En Los Pinos, López Mateos obsequió a Kennedy un cuadro del , mientras que el estadounidense le dio a cambio el único retrato de Benito Juárez frente a Palacio Nacional.

Así fue como EL UNIVERSAL cubrió la llegada de los Kennedy a la Ciudad de México.

De la emoción por ver a John F. Kennedy en la Ciudad de México, un hombre murió de un infarto
De la emoción por ver a John F. Kennedy en la Ciudad de México, un hombre murió de un infarto

Foto: Hemeroteca El Universal

Marchan México y EE.UU. por afines rutas revolucionarias

Ante la apoteosis: Kennedy: “Estimulante”; Jacqueline: “Estoy fascinada”

30 de junio de 1962

Una bienvenida que es superior a todas

En ningún país se le ha recibido como aquí. Al lado del Mandatario norteamericano, López Mateos fué requerido por su puesto para compartir las aclamaciones

Por Guillermo Hewett Alva, redactor de EL UNIVERSAL

Sin precedente fué la recepción que tributó el pueblo de México al Presidente Kennedy y a su esposa. No se había visto nada semejante en México, ni los allegados al mandatario norteamericano creen que la haya igualado, siquiera, bienvenida alguna en otros países.

Kilómetros recorrió, de pie, a bordo de un coche descapotado, absorto, agradeciendo las demostraciones de simpatía. Desde el Aeropuerto Central hasta la residencia presidencial de Los Pinos, durante una hora y cuarto, el mandatario norteamericano no escuchó otra cosa que ovaciones, aplausos, vítores. A su lado el Presidente Lópéz Mateos, sentado, hubo de ponerse en varias ocasiones de pie, para agradecer al pueblo sus manifestaciones de afecto.

De la emoción por ver a John F. Kennedy en la Ciudad de México, un hombre murió de un infarto
De la emoción por ver a John F. Kennedy en la Ciudad de México, un hombre murió de un infarto

Foto: Fototeca El Universal

México estuvo allí, podría decirse ante la imposibilidad de precisar una cifra que definiera con exactitud a la muchedumbre que llenó, sin dejar hueco, todo el Boulevard del Aeropuerto, Fray Servando Teresa de Mier, 20 de Noviembre, la Plaza de la Constitución, Cinco de Mayo, Avenida Juárez, Paseo de la Reforma y las avenidas Bosque de Chapultepec que conducen a Los Pinos.

El recibimiento fué, asimismo, de una espontaneidad difícilmente imaginable. La gente, entusiasmada, espía las vallas al paso del convoy y se lanzaba hacia el automóvil del Presidente Kennedy que, en muchas calles estrechó cordialmente la mano de quienes se la extendían.

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No menos significativa la expresión de afecto popular hacia la señora Jacqueline Kennedy, quien, desde otro de los automóviles de la comitiva, también tendía la mano al pueblo, que se la estrechaba con evidente júbilo.

Desde las azoteas y balcones millares de personas aclamaban a sus visitantes, tendiendo al paso de éstos una densa cortina de papelillos de colores y globos, mientras abajo, la muchedumbre agitaba retratos de los Presidentes López Mateos y Kennedy, lanzaba porras, entonaba canciones mexicanas y aplaudía sin cesar.

De la emoción por ver a John F. Kennedy en la Ciudad de México, un hombre murió de un infarto
De la emoción por ver a John F. Kennedy en la Ciudad de México, un hombre murió de un infarto

Los Kennedy en la recepción de su visita en la Ciudad de México, cuando sonaba el himno nacional de EU. Foto: AP Photo/Henry Burroughs

Apenas podía desplazarse la comitiva de automóviles algunos tramos, ni dejó de agradecer las demostraciones de cariño popular, siempre de pie en el automóvil abierto, sin guardia al lado, en vivo contacto con el pueblo mexicano.

A las 11.35 horas inició el trayecto de la comitiva. Llegó a Los Pinos a las 12.50 horas.

Su único guardián: el Pueblo

Versión de Eduardo Tellez V., reportero de Policía de EL UNIVERSAL

El pueblo de México cuidó las vidas y la seguridad de los Presidentes de México y Estados Unidos, durante el recorrido triunfal que realizaron ayer desde el Aeropuerto Central hasta Los Pinos.

A los lados de los automóviles de ambos Jefes de Estado y sus esposas, no hubo ni agentes de la policía mexicana ni miembros del Buró Federal de Investigaciones de Estados Unidos. Eran los propios ciudadanos quienes les estaban prestando toda clase de garantías y cuidando de que no hubiera algún apátrida capaz de pretender cometer un acto de descortesía o atentado.

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Ni soldados ni miembros de la policía tuvieron que intervenir, en momento alguno, para impedir algún acto contrario al orden. Seguramente que quien hubiera pretendido alterar el orden o tener algún acto de descortesía para los visitantes, hubiera sido linchado ahí mismo por ese pueblo que se volcó, para ofrecer la más grande bienvenida que se da a un Jefe de Estado huésped de la Capital de la República.

De la emoción por ver a John F. Kennedy en la Ciudad de México, un hombre murió de un infarto
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Foto: Fototeca El Universal

Vigilancia casi normal

Fué el Estado Mayor Presidencial el que coordinó todos los trabajos de vigilancia en las calles y avenidas por las que pasó la comitiva presidencial.

La Dirección Federal de Seguridad, la Policía Judicial del Distrito y la Jefatura de Policía con su Servicio Secreto, dispusieron de sus mejores detectives para realizar esa vigilancia que se inició desde antier por la noche por toda la ciudad.

Fué una vigilancia normal, aunque con algunas consignas especiales tales como las de revisar los pasos a desnivel para impedir que fuera a cometerse un acto de sabotaje.

También se impidió que muros y otros sitios fueran manchados con leyendas sobre el sentir del gobierno. La noche fué tranquila y no hubo aprehensiones.

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El comandante de Radiopatrullas, capitán Jorge Bustamante, estuvo pendiente. Ordenó que todos los patrulleros que estaban en la calle de vigilancia, cuando tuvieran alguna novedad no relacionada con la llegada del Presidente Kennedy, la reportaran por teléfono a efecto de que las ondas hertzianas quedaran libres para la mejor coordinación de los trabajos de vigilancia.

De hecho, para la policía el día fué aburrido, pues no tuvieron que movilizarse nunca, pues repetimos el pueblo de México fué el mejor vigilante no permitiendo en ningún momento que alguien pretendiera romper el orden.

De la emoción por ver a John F. Kennedy en la Ciudad de México, un hombre murió de un infarto
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Foto: Fototeca El Universal

Cartelones

Un grupo de personas no identificadas pretendía en el Paseo de la Reforma abrir un enorme cartel con una alusiva leyenda. La policía recogió dicho cartel, así como otros varios que no tenían redacciones decentes.

Seguramente que en el sitio en donde el pueblo dió mayores muestras de deseo porque los visitantes recibieran la mejor impresión de aprecio y amistad de nuestra parte, fué en el Paseo de la Reforma, en el trayecto de la avenida de los Insurgentes y Los Pinos.

A todo lo largo no hubo ni soldados, ni policía ni gente encargada de la vigilancia. Era el pueblo que se había volcado, el que formaba una valla abigarrada que entusiasmada aclamaba a los Jefes de las Naciones. Ahí fué precisamente donde más se dejó sentir el deseo de impedir cualquier acto contrario al orden.

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Los allí reunidos, gente de todas las clases sociales, tomados de los brazos uno con otro, impidieron que alguien pudiera salirse de esa línea trazada y pretendiera llegar a los carros de visitantes y autoridades mexicanas.

El entusiasmo, por otra parte, fué enorme. Al paso de los Presidente, los gritos de “¡Viva México!”, “¡Viva Estados Unidos!”, “¡Vivan los presidentes amigos!” y el de “¡Viva el Presidente Católico!”, se sucedieron en un gran trecho.

De la emoción por ver a John F. Kennedy en la Ciudad de México, un hombre murió de un infarto
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Foto: Fototeca El Universal

Muere un hombre

Minutos antes de que pasara la comitiva presidencial por la Avenida Juárez y calle de Humboldt, el anciano de 65 años de edad, Alfonso Galván, que entusiasmado esperaba el paso de los mandatarios, sufrió un síncope cardiaco.

Rápidamente fué colocado dentro de una ambulancia de la benemérita Cruz Roja, pero, desgraciadamente falleció.

Sus parientes dijeron que llevaba dos años de estar enfermo del órgano vital y que era el tercer infarto que sufría. Recogieron el cuerpo sin el requisito de la necropsia.

La euforia popular hacía que muchos subieran a los árboles. Desgraciadamente, no todas las ramas podían soportar el peso de aquellos que deseaban ver mejor a los dos estadistas y así en la Alameda Central, caía desde lo alto de frondoso árbol Gilberto Montes de Oca, de 17 años de edad, y sufrió lesiones de alguna importancia; de la esquina del Paseo de la Reforma y Río de la Plata, otro joven, Felipe Medina, de 19 años también cayó al romperse la rama en que se estaba trepado y hubo necesidad de conducirle, como aquél, al hospital de la benemérita Cruz Roja.

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Ya pasada la comitiva por la Avenida 5 de Mayo, ésta quedó tapizada materialmente con cientos de kilos de pequeños recortes de papel de colores azul, blanco, verde y rojo. Varios individuos les prendieron fuego y hubo necesidad de que intervinieran los bomberos.

Hubo quienes carentes de algo importante que hacer, se dedicaron a estar llamando al Control de Radiopatrullas para dar noticias falsas, tales como que en el Palacio de Bellas Artes había sido colocado un tanque de gas, que escapaba, para que en momento dado, se produjera una explosión.

De la emoción por ver a John F. Kennedy en la Ciudad de México, un hombre murió de un infarto
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Foto: Fototeca El Universal

Aclamó el Pueblo a Kennedy y ALM

Coincidentes aspiraciones de justicia social y principios comunes de respeto a la libertad del hombre y a la soberanía de los pueblos, expresaron los Presidentes López Mateos y Kennedy, al iniciar éste una visita de dos días a México.

El Presidente López Mateos, al dar bienvenida al Presidente Kennedy y a su esposa Jacqueline, en el aeropuerto, manifestó confianza en que “las relaciones entre México y Estados Unidos adquieran la solidez necesaria para que “ni las interpretaciones maliciosas o equivocadas o incomprensivas puedan evitar que se consoliden en beneficio de nuestra mutua amistad”.

Por su parte, el Presidente Kennedy afirmó: “ambos somos hijos de revoluciones y espero que el espíritu de nuestra revolución en Estados Unidos esté tan vivo allá como lo está el espíritu revolucionario en México”.

De la emoción por ver a John F. Kennedy en la Ciudad de México, un hombre murió de un infarto
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Foto: Fototeca El Universal

Más tarde, en Palacio Nacional, al agradecer el banquete que le ofreció el Presidente López Mateos, el mandatario norteamericano afirmaría que México y Estados Unidos comparten “un legado común de revolución, una dedicación común a la libertad, una determinación común de conservar los beneficios de la libertad y de brindar sus frutos a todos”.

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Dijo el Presidente Kennedy: … “no vengo a hablar sobre lo que mi país le ofrece al vuestro sino de lo que podemos hacer juntos para nuestros hijos”.

Afirmó Kennedy que la Revolución Mexicana “ha ayudado a demostrar lo que se podía hacer: que el camino de la libertad es el camino del progreso”.

El Presidente Kennedy dijo que “no pretendemos cambiar ni dirigir el sistema político y económico de nación alguna. Pero sí buscamos ayudar a las naciones de América Latina a realizar cambios fundamentales en la vida de sus pueblos y así cambiar el curso de la historia humana”.

Intercambiaron regalos, en Los Pinos, los Presidentes

Durante veinte minutos hubo intercambio de regalos en la residencia de Los Pinos.

El presidente Kennedy y su esposa, Jacqueline, entregaron al Presidente López Mateos y a su esposa, doña Eva, un cuadro al óleo del Benemérito Benito Juárez, del que es autor José Escudero y Espronceda. Es el “único retrato de don Benito Juárez tomado delante de él en el Palacio Nacional de México”, según dice la inscripción que ostenta. Fué pintado “la mañana del día 20 de noviembre de 1871”, añade la leyenda.

El Presidente López Mateos y su esposa correspondieron el obsequio con un cuadro del Dr. Atl denominado “Paricutín”, un busto del Presidente Kennedy, de Colinas, y una escultura denominada “Lincoln y Juárez”, de Guillermo Ruiz.

De la emoción por ver a John F. Kennedy en la Ciudad de México, un hombre murió de un infarto
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Foto: Hemeroteca El Universal

Otros obsequios más personales se hicieron mutuamente, a continuación:

El Presidente López Mateos regaló al Presidente Kennedy una reproducción en plata, pequeña, de la Campana de Dolores.

El presidente Kennedy correspondió con un rifle 3000 Weatherly de mira telescópica.

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Entre la señora López Mateos, la señora Kennedy y la señorita Ave López Sámano se intercambiaron también otros obsequios tales como un traje de chiapaneca, un rebozo de bolita y una reproducción de las joyas de Monte Albán, a la dama visitante, y juegos de tocador que ésta obsequió a la esposa y a la hija del Primer Mandatario mexicano.

Kennedy, huésped de honor; felicitó al Lic. Uruchurtu

Ariel Ramos, redactor de EL UNIVERSAL

De la emoción por ver a John F. Kennedy en la Ciudad de México, un hombre murió de un infarto
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Foto: Hemeroteca El Universal

El licenciado Ernesto P. Uruchurtu, Jefe del Departamento del Distrito Federal, en la solemne ceremonia impuso una medalla conmemorativa, entregó las llaves de la ciudad y un pergamino alusivo, al Presidente de Estados Unidos, señor John F. Kennedy.

El Mandatario norteamericano, al abandonar el recinto oficial del Cabildo metropolitano, recibió un espontáneo homenaje de miles de hombres, mujeres y niños, congregados en el interior y exterior del viejo Palacio Municipal.

De la emoción por ver a John F. Kennedy en la Ciudad de México, un hombre murió de un infarto
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Medalla y llave de la Ciudad de México que le fue otorgada a Kennedy. Fotos: Hemeroteca El Universal

Antes de descender por la escalera monumental del señorial edificio, que se levanta en la Plaza de la Constitución, el Presidente Kennedy contestó, con las manos en alto y una amplia sonrisa, los aplausos del público reunido en los pasillos de los pisos superiores.

Después ya en pleno Zócalo, una abigarrada multitud lo arrebató materialmente de su cuerpo de seguridad, para aclamarlo ininterrumpidamente por un espacio de diez minutos.

Felicitaron los Kennedy al Ballet Folklórico Mexicano

Nota de Yolanda Cabello, redactora de El Universal

Plena en colorido y vibrante en sus ritmos y canciones, fué la función extraordinaria que anoche ofreció el Ballet Folklórico de México, con la asistencia del Lic. Adolfo López Mateos, Presidente de México; del señor John F. kennedy, Presidente de los Estados Unidos, la señora Eva Sámano de López Mateos, la señora Jacqueline de Kennedy, la señorita Avecita López Sámano y demás invitados especiales.

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El ballet, presidido por don Celestino Gorostiza y dirigido por Amalia Hernández ofreció números artísticos de primerísima calidad a tan distinguidos huéspedes.

De la emoción por ver a John F. Kennedy en la Ciudad de México, un hombre murió de un infarto
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Foto: Hemeroteca El Universal

Llegada

A las 8 de la noche, el tramo de la Avenida Juárez en donde está ubicado el Palacio de Bellas Artes, estaba totalmente lleno con las numerosas personas del pueblo mexicano que quisieron ver de cerca y aclamar a los esposos López Mateos y al matrimonio Kennedy.

Una gallarda valla militar se abrió desde las primeras escalinatas para hacer los honores correspondientes al rango de los dos primeros mandatarios y para facilitarles el acceso al vestíbulo de Bellas Artes, en compañía de sus respectivas esposas.

fjb

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