Desde luego es el mejor ejercicio democrático hasta ahora. Pero sobran dos. Deberían ser sólo tres.

Margarita Zavala y Jaime Rodríguez no tienen nada que hacer. No aportan. Por el contrario, entorpecen. Quitan tiempo. E impiden que tengamos un debate más fluido, con más espacio y de mayor confrontación entre los tres candidatos que tienen posibilidades matemáticas de ganar la elección presidencial del 1º de julio.

Me recuerdan a los colados a las fiestas de vecindad que se atragantaban los sándwiches y se bebían cuanta cuba pasaba por ahí, dando origen a aquella cantaleta pegajosa del gran Chava Flores: “¡pero eso sí, llegaron los gorrones, hay que esconder botellas y platones!”.

Y no es sólo una cuestión anecdótica: Margarita y El Bronco desvirtuaron el concepto de “candidato ciudadano” con un registro de firmas condicionada a una revisión final que por lo visto no se realizó nunca; así que inevitablemente estarán en las boletas y en los debates. Donde ya se vio, están cumpliendo su función para la que los validaron el INE y el Trife: ella, golpear a Anaya y él, sabotear a López Obrador.

Por lo que hace al formato, es el mejor logrado hasta ahora. Pero claro que es perfectible. Por lo pronto con esos 2:30 divididos en dos intervenciones de 1:00 y de 30 segundos. Lo que provocó montón de frases inconclusas que debían retomarse inconexas mucho tiempo después. Cada candidato debería distribuir ese tiempo de acuerdo a sus prioridades. Aun así, hay que reconocer el esfuerzo de los tres conductores, Azucena Uresti, Denise Maerker y Sergio Sarmiento por plantear algunas de las preguntas fundamentales que todos nos hemos hecho sobre las responsabilidades públicas de los cinco candidatos.

Lo que debería regularse con toda energía es la cantidad de mentiras que los cinco dijeron. Qué fácil fue mostrar una grafiquita hecha a modo para autoelogiarse o denostar al adversario. Y, lo más grave, mentirle descaradamente a los televidentes. Así que por lo menos debieran estar obligados a citar la fuente de sus afirmaciones. Menos mal que diversos medios se están dando a la tarea de cotejar los dichos falaces con fuentes confiables; aunque me temo que el daño ya está hecho y los mentirosos impunes.

En cuanto a los contenidos. Como era previsible, se confirmó el TUCLO, Todos Unidos Contra López Obrador. Una embestida brutal de los cuatro contra el puntero. Ilustrada con la estadística incontrovertible del número de ataques: Anaya 17; Meade 15; Bronco 11; Margarita 8. Los que por cierto ignoró, eludió y si acaso aludió apenas: una trucha enjabonada e inatrapable.

Tengo la impresión de que AMLO cumplió su cometido: no ganar, pero no perder; mantenerse donde está; nada más, pero nada menos. En cambio, creo que el ganador es Ricardo Anaya. Capoteó el temporal de las acusaciones en su contra y a la vez empleó sus mejores armas de dicción y contundencia oratoria para disparar hacia arriba a López Obrador y hacia abajo a Meade para amacizar su segundo lugar y, sobre todo, mantenerse en el imaginario colectivo como el único que puede vencer al que ya anticipan como presidente.

Al día siguiente del debate entrevisté a José Antonio Meade y me respondió que toda campaña es dinámica y que si contempla cambios de equipo y estrategia. Yo diría que le urgen.

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