El sismo del 19 de septiembre pasado provocó una avalancha de información que provenía de todo tipo de medios.

En esos momentos de caos, si los habitantes de la Ciudad de México recurrieron en primera instancia a la radio o a la televisión, o si de inmediato se volcaron a buscar noticias en las redes sociales o en aplicaciones móviles, fue cuestión generacional.

De hecho, fueron las redes sociales las que movilizaron a miles, que salieron inmediatamente para realizar labores de rescate y apoyo: buscar sobrevivientes, remover escombros, hacer cadenas o líneas de vida, repartir agua y alimentos, agarrar picos y palas. Muchos supieron a dónde acudir gracias a #Verificado19s, una herramienta digital que los condujo a donde se requería más su apoyo.

Por increíble que parezca, esa plataforma que resultó esencial en las labores de coordinación del esfuerzo de rescate fue construida y lanzada tan sólo horas después del sismo.

Asombra también que tantos voluntarios y organizaciones como Ahora, Artículo 19, Ayuda Óptima, Bicitekas, CartoCrítica, Cítrico Gráfico, Centro Pro de Derechos Humanos, Cencos, y otros, lograran coordinarse en tan poco tiempo.

Transcurrieron las horas, y luego los días, al tiempo que la información y desinformación libraban batallas candentes. La “oficialista” con su natural postura maniquea; y la “independiente”, defendiendo una realidad encubierta.

¡Noticias falsas! Manifestaron indignadas las autoridades, cuando las redes sociales denunciaron las “supuestas órdenes” de iniciar trabajos de demolición y levantamiento de escombros a 48 horas de ocurrido el sismo, en edificaciones en las que aún existía la posibilidad de encontrar sobrevivientes.

Pero si eran falsas informaciones, ¿por qué ningún medio noticioso se dio a la tarea de validar o desmentir “los rumores”?

En mi caso, fueron tantas, tan cercanas y fidedignas las fuentes, que me di a la tarea de hacerme de pruebas que respaldaran sus aseveraciones.

Así que hoy cuento con fotografías de maquinaria pesada —que sólo se utiliza para esos trabajos— situada frente a varias edificaciones medio derrumbadas, tomadas y tuiteadas antes de que transcurrieran 48 horas del sismo.

Tratándose de noticias falsas ¿no será que cuando las fuentes oficiales nos piden no caer en su trampa, en realidad se refieren a las 10 horas de transmisión en vivo del supuesto rescate de una niña inexistente, con la que nos quiso engañar Televisa?

Hoy como nunca, la ciudadanía, aquélla que accedió a las redes sociales y salió a las calles a brindar apoyo y a organizarse, ya no se traga los montajes distractores de las televisoras o del gobierno, y poco o mucho va percibiendo su poder.

Ella ha ejercido presión sobre la clase política hasta doblegarla: no en balde la rebatinga sobre qué partido o fuerza política está dispuesta a dejar más de sus “prerrogativas” sobre la mesa.

Y no es para menos, tal y como sucedió en el 85, el sismo del 19 de septiembre pasado trastocó las estructuras sociales y políticas del país.

El rostro de la Ciudad ya no es el mismo, como tampoco lo es el balance de fuerzas políticas: gobernantes y políticos lo saben. Lo sienten en la piel. Y si bien pudiera ser posible que la población activa, esa que participó día y noche en las labores de rescate, aún no esté del todo consciente, no tardará en estarlo.

Entendamos: históricamente, el fenómeno de las elecciones de 1988 no es explicable sin la catástrofe provocada por el terremoto del 85. ¿Qué justificará el resultado de las elecciones del próximo año, después de este sísmico septiembre?

Los ciudadanos han tomado la ciudad, ¡no la suelten! #FuerzaMéxico.

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