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El 1 de julio será recordado en México y estará en la Historia como un día memorable al que pueden seguir otros muchos. Quizá sea el acontecimiento del siglo. El primer capítulo de esta nueva etapa tiene tantas aristas que sería difícil enlistarlas todas. Algunas apenas inician. Algo ha terminado y algo no se expresa todavía en toda su magnitud. De este principio, he aquí sólo algunos apuntes.
A casi noventa años de haberse fundado, el PRI llega a su fin con el cataclismo electoral que lo desalojará de la Presidencia, la mayoría de las gubernaturas, senadurías, diputaciones, alcaldías. Su eventual refundación, por la misma clase política que lo llevó a su extinción, es menos que probable. La catarsis es irreversible. No es impensable incluso que los priístas que quedan traten de buscar un lugar en Morena. Gobernadores del PAN ya “están con” AMLO.
Por primera vez, los candidatos derrotados salieron a los pocos minutos a reconocer su realidad. Con gallardía, José Antonio Meade sentó la base de un nuevo comportamiento poselectoral que se traducirá en una cultura política civilizada y democrática. Hasta los Yunes, demócratas-monárquicos, admitieron su colapso en Veracruz. ¿Estarán listos para enfrentar todo lo que, dicen sus paisanos, se les viene encima? La mancha que queda es Puebla. Podría ajustarse a la línea general que estamos viendo.
El reconocimiento llegó en cascada de todo el mundo. Sobresale el de Donald Trump, considerando que el de EU a un presidente mexicano ha sido, históricamente, el aval más esperado. Que AMLO no haya tenido que buscarlo le permitirá establecer la relación de respeto y colaboración que trazó. Ya se perfila.
Pese a su antagonismo, el presidente reconoce el triunfo de su seguro sucesor y, juntos, pactan una transición ordenada y comienzan a trabajar en problemas totales, lo que jamás se había visto. Se cancelaron riesgos. La economía se mantuvo estable. No hubo sobresaltos.
La conciliación y unidad que proclamó el presidente electo, subrayada en este espacio como un imperativo categórico, está a la vista de todos. Actores y factores de poder, antagónicos, se suman al consenso social que dio a AMLO 53% de votos. Como nunca, un presidente electo de México llega con el apoyo genuino de uno de cada dos mexicanos que votaron. Él extiende la mano a todos, en correspondencia o por iniciativa. Los expresidentes, receptivos a su actitud, lo apoyan sin ambages. Hacen lo mismo los dirigentes empresariales y sindicales.
Su triunfo parece estar generándole casi una unanimidad inédita. El lopezobradorismo, configurado a lo largo de años de inquebrantable lucha, tenacidad y perseverancia de su figura central, es hoy una realidad incuestionable. Si apenas comienza a construirlo desde el poder, podría perfilarlo a las dimensiones que alcanzó el juarismo y el cardenismo, fuente de inspiración y actuación de quien confiesa como máxima aspiración de su vida política ser un buen presidente.
Frente a lo que estamos, es una ruptura histórica, una revolución que impactará en todas direcciones y ámbitos. Con mesura, cabe congratularnos de que sea una revolución democrática, inteligente y pacífica, oportuna y necesaria, lo que la hace muy prometedora.
En los días que lleva AMLO como triunfador absoluto de los comicios, ha enseñado lenguaje, madurez, sensatez y prudencia dignas del cargo conferido. Alienta que se declare respetuoso de la libertad de expresión y tolerante a la crítica. Si agrega buenas decisiones, que comienzan a verse, cobrará una dimensión de verdadero estadista. AMLO llega con un enorme apoyo en las urnas que se extiende como fuego fuera de ellas en todas las esferas. Su legalidad es incuestionable. La legitimidad que lo haría ver al lado de sus arquetipos histórico-políticos vendrá de las acciones de gobierno que lleve a cabo en su momento. Ya las está perfilando.
El país, después de tantos sinsabores, se encuentra en paz. La esperanza se sobrepuso a la incertidumbre. El presidente electo tiene todo para trazar nuevos derroteros y sentar las bases de un nuevo México. La seguridad generaría otro ánimo colectivo. Si asume ese desafío como prioridad número uno, tendrá el horizonte abierto. Para esa y para las grandes transformaciones que ha anunciado, es buena su mayoría en el Congreso. Para salvarlo todo, debió dársele todo el poder. En la procuración real del bien común, sobran los obstáculos.
Los contrapesos formales fueron comparsas de los excesos. Los arreglos cupulares pagados a precio de oro caerán en desuso. Se evitarán las demoras y la parálisis. Con la articulación de los poderes y con decisiones unidireccionales, comenzará la conquista de un futuro mejor.
SOTTO VOCE… Qué harán los gobernadores sitiados por Morena será otra expresión del cambio que estamos viviendo… Con este, que llegó para quedarse, valdría la pena analizar si algunas instituciones electorales aún tienen “razón de ser”… Qué lamentable que un diario con el prestigio internacional del que goza El País tenga en sus filas a la “reportera” Elena Reina, que juzga a otros periodistas sin fundamento.