La renuncia de Carlos Urzúa a la Secretaría de Hacienda evidencia lo que se intentó mantener en secreto por instrucción presidencial: que las luchas de poder y la austeridad republicana –que derivó en pobreza franciscana– dentro del gabinete están echando a perder la Cuarta Transformación que pretende Andrés Manuel López Obrador .

No es un secreto que el ahora ex secretario de Hacienda tuvo rencillas con el jefe de la Oficina de la Presidencia, Alfonso Romo , por su desbocada injerencia en los nombramientos de directivos en la banca de desarrollo y en el Sistema de Administración Tributaria, mientras que la Oficial Mayor, Raquel Buenrostro, tenía a raya, por la austeridad presupuestal, hasta al propio titular de Hacienda.

Aún se recuerda la frase de Arturo Herrera cuando le preguntaron por el desabasto causado por el cambio de metodología en la compra de medicamentos: “Pregunten en la Oficialía Mayor”, soltó a los reporteros.

Y de la secretaria de Energía, Rocío Nahle , ni hablar: es considerada por los primeros cuadros de Hacienda como una funcionaria obstinada que, de estar en sus manos las decisiones del sector, pondría en riesgo las finanzas públicas del país sin siquiera reparar en la gravedad de ello. De hecho, el plan de negocios de Pemex que se presentará esta semana terminó por colmar la paciencia de Carlos Urzúa y del subsecretario Arturo Herrera.

El borrador que habría presentado el director de Finanzas Pemex, Alberto Velásquez, previamente palomeado por Nahle, era poco menos que desastroso y presagiaba nuevos recortes a la calificación crediticia de Pemex y muy probablemente de México, según una fuente de Hacienda.

En una entrevista reciente, Herrera me dijo que lo más importante del plan de negocios es cómo se revertirá la caída en la producción, así como la fuente de financiamiento para llevar a cabo estas actividades. Según la fuente de Hacienda, ninguno de estos dos supuestos se cumplía en el plan preliminar de Pemex.

La gran pregunta es si con la estridente renuncia de Urzúa, "los personajes influyentes del actual gobierno con un patente conflicto de interés”, según lo expuso en su carta, se mantienen en esa línea de querer “imponer a funcionarios que no tienen conocimiento de la Hacienda Pública”. Si es así, podemos esperar lo peor en materia económica.

Lo único positivo de la renuncia de Urzúa es que llega a suplirlo Arturo Herrera

, a quien tanto han estado impulsando los empresarios y el sector financiero nacional e internacional. Pero una cosa es definitiva: ni Romo, ni Nahle ni Buenrostro deberán entrometerse de nuevo en menesteres que no les competen, porque Herrera, aunque no es de mecha corta como Urzúa, tampoco estaría dispuesto a llevar las riendas de la hacienda pública con esa presión encima.

Queda de manifiesto que el mensaje de Urzúa, con dedicatoria especial a Romo y Nahle, y en menor medida a Raquel Buenrostro, también le toca al Presidente López Obrador.

“Discrepancias en materia económica hubo muchas. Algunas de ellas porque en esta administración se han tomado decisiones de política pública sin el suficiente sustento. Estoy convencido de que toda política económica debe realizarse con base en evidencia, cuidando los diversos efectos que esta pueda tener y libre de todo extremismo, sea este de derecha o izquierda. Sin embargo, durante mi gestión las convicciones anteriores no encontraron eco”.

Así o más claro el mensaje.

Posdata

.

La renuncia de Urzúa tomó por sorpresa a todos, incluido al Presidente y al vocero de Hacienda. En Palacio Nacional se llevaba a cabo una reunión de comunicadores de Hacienda, quienes se enteraron por Twitter. El vocero de la dependencia, Carlos Cruz, estaba a punto de entrar a reunión con responsables de comunicación digital del sector cuando explotó la bomba.

@MarioMal

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