Estos son tiempos feos para la democracia, estamos ante la institucionalización de la ocurrencia que deriva en catástrofes, la arena de la política internacional parece que ha sepultado la lógica más elemental y se aferra a terminar por apuñalar el conocimiento en la era, justamente, donde es más fácil obtenerlo.

La radicalización de las posturas políticas que creíamos agonizantes a principios del siglo han resucitado en todo el globo, la democracia y el liberalismo fallaron a una gran parte de la población porque no supieron comunicarse bien, por su aversión a lo conceptualmente entendido como “el pueblo”, por la filia desmedida a los mercados, a los indicadores y a la riqueza que generó pero que mal distribuyó.

Muchas de las consecuencias de la lógica de mercado en todos los aspectos de la vida social cobran vida hoy en la frustración mundial, en la frivolización de lo público, en una violencia desbordada, en la desesperación por la respuesta fácil que conlleva la aclamación inusitada. El justo medio está perdido, por gris, por timorato y por aburrido.

En Italia, el Movimiento Cinco Estrellas ha llevado al país a una calificación económica negativa y tiene a la nación al borde de una crisis de tal magnitud que podría provocar estallidos violentos en un muy corto plazo, España, Inglaterra y Alemania parece que corren en la misma dirección. Somos testigos de la radicalización del globo.

El panorama mexicano no podía ser peor, Andrés Manuel llegó con una ventaja histórica vendiendo lo imposible y hoy las promesas deben de pagarse a costos aún incalculables.

El gobierno electo, aún antes de asumir el poder, ha logrado poner nerviosos a los mercados que empiezan a vislumbrar un escenario de peligro, Fitch Ratings y las calificadoras comienzan a dibujarse como el próximo adversario discursivo, un estatus que muy poco preocupará en las oficinas de Nueva York a los tecnócratas que se limitarán a ver los fríos números. Eso es aburrido, a las calificadoras no les interesa el protagonismo político, pero a los radicales sedientos de poder les brinda armas poderosísimas.

El enemigo de Andrés Manuel López Obrador tendrá nombre y apellido, se está formando ya entre los grandes capitales nacionales y podrá surgir con gran fuerza si los errores tácticos del gobierno electo terminan por cristalizarse en crisis económicas.

Preocupa y decepciona un océano las posturas radicales de los mexicanos frente a la caravana migrante, abundan los comentarios racistas, xenófobos y de odio desbordado ante la propuesta humanitaria de Andrés por dar asilo y trabajo a los seres humanos que están huyendo para sobrevivir, no para una mejor vida, simplemente para sobrevivir.

Andrés Manuel fue radical, usó un discurso polarizante y así ganó lo que ganó. El método está probado.

Ojalá que en México no nazca un Bolsonaro porque hoy están las condiciones puestas sobre la mesa para su éxito en el corto plazo.

Ojalá que no.

DE COLOFÓN.— El gran reto del siguiente gobierno y el freno al radicalismo contra los derechos humanos que ya se siente en el ambiente nacional, comienza con la impartición de justicia, entre los nominados a la fiscalía destaca el nombre de una mujer que podría ser pieza clave del éxito en la administración. A fin de cuentas, lo que “el pueblo” grita es la exigencia de paz.

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