En orden de importancia de quienes en su momento manejaron los polvos blancos prohibidos, que sumaron en sus persecuciones miles de muertes y pagaron con sus vidas o en prisiones de menos cinco estrellas, pasando algunos a la inmortalidad de las series de tv que se ocupan de narcos célebres, están Pablo Escobar Gaviria llamado con justicia El Patrón del mal, sus enemigos del cártel de Cali, los hermanos Gilberto, El Ajedrecista y Miguel Gonzáles Orejuela, El Señor, auxiliados por José Santacruz Ledoño, El Chepe o El Estudiante y Helmer Herrera Buitrago, El Pacho.

La parte mexicana está presente con el más más famoso: Joaquín Guzmán Loera, El Chapo y Amado Carrillo, El Señor de los cielos. Todos, colombianos y mexicanos han tenido series —algunas basadas históricamente en sus malas andanzas y otras inventadas por venezolanos casi descerebrados, que más que series las han vuelto telenovelas interminables. El ejemplo más notable es el de la “versión libre” de El Señor de los cielos (con el actor Rafael Amaya interpretado a Aurelio Casillas, un narco en el dilema de a qué dedicarle más tiempo, si a la cocaína o al salón de belleza.

Pero después de las historias vueltas series, el género que uno pensaría que tiende al agotamiento, ha entrado en la División B del género. Así, muertos los Patrones o Barones de la droga, ahora se tiende a explorar en las vidas de sus lugartenientes y sicarios. A algunos les está yendo bien, mientras que otros han entrado al panteón de la risa loca, el mofe, la burla, la ironía y el escarnio. Un personaje que se salva del montón de brazos ejecutores de su patrón del mal, es el caso de Jhon Jairo Velázquez Vázquez, alias Popeye, figurón antoquiano del cártel de Medellín y con el récord Guinness de “más de 300 muertes ordenadas por don Pablo” y llevadas a cabo por este romántico de la pistola, basadas en su libro Sobreviviendo a Pablo Escobar.

La filosofía de vida y muerte de Popeye la ha llevado Netflix a una primera y adictiva primera temporada de quien —¡Agárrense quiere postularse candidato político a la presidencia colombiana!— Y dice: “Los jóvenes colombianos tienen derecho a no cambiar sus vidas por un Mercedes Benz o por los cucos de una reina de belleza”. Por lo pronto Jhon Jairo ya tiene serie (Caracol-Netflix) y no parece (aunque tiene matices) ser un culebrón interminable tipo El Señor de Los Cielos o El Chema.

Popeye se ha vuelto un fenómeno mediático de Internet, miembro activo del Partido Centro Democrático el actual senador y opositor del régimen (Uribe), aparte de “Memoria viva del cártel de Medellín”. Sin embargo para unos, haber pagado 23 años en la cárcel por homicidios dolosos y terrorismo aplicado, demuestran que al que también, aparte del de la caricatura, le encantan las espinacas, está arrepentido de su delictivo pasado y tiene derecho a fama, fortuna y nalguitas que se le presenten, según su fanaticada.

La serie de Caracol que pasa por Netflix, está buena en personajes y puestas de escena, increíble como parte de una narcocultura para jóvenes que nunca fueron seducidos por apretar el gatillo, porque ya son otros tiempos. Además Popeye se proclama defensor de los derechos humanos. YouTube e Instagram lo celebran y él modestamente, enseña su tatuaje que lo acredita como “General de la Mafia Colombiana”, algo que no debe asustarnos.


pepenavar60@gmail.com

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