Los estudiosos de la famosa novela de Carlos Fuentes, La región más transparente, atribuyen el título a una frase de Alfonso Reyes en su obra Visión del Anáhuac, donde se refiere al Valle de México como “la región más transparente del aire”.

La primera novela de Fuentes acaba de cumplir 60 años de su publicación en mayo de 1958. El argumento central es una dura crítica al sistema político, especialmente a la traición de los ideales de la revolución, y utiliza la transparencia de la atmósfera de la Ciudad de México en la década de los 50 para contrastarla con la falta de transparencia de la sociedad y del gobierno.

En esta ocasión quiero referirme a la falta de transparencia del aire en nuestra Ciudad, no por la grave contaminación atmosférica, sino por el exceso de publicidad exterior y sobre todo a los mal llamados espectaculares que ocupan gran parte del espacio visible.

La belleza escénica de una ciudad está muy vinculada a la ausencia de obstáculos visuales que impiden apreciar la arquitectura de los edificios, la infraestructura urbana y, desde, luego la naturaleza, cuando hay la oportunidad de apreciar –como es el caso de la Ciudad de México–, los bosques y montañas que nos rodean.

La semana pasada, la Suprema Corte declaró inconstitucional el artículo 19 transitorio de la Ley de Publicidad Exterior aprobada en 2011. El juicio fue promovido por empresas que no podían competir para nuevos espacios de publicidad.

La resolución de la Suprema Corte está apegada a derecho, dado que lo que vivimos en estos momentos es una grave manipulación por parte de un grupo selecto de empresas, junto con autoridades de la CDMX, que se adueñaron de la publicidad exterior, limitando la libre participación y competencia de otras. Este artículo transitorio impedía la participación de nuevas empresas de publicidad en espectaculares, en tanto se llevaba a cabo un programa de ordenamiento.

Este programa se aprobó en 2004 desde el Gobierno central capitalino y a 14 años de distancia representa un rotundo fracaso que no resolvió el problema, porque sigue creciendo el número en total anarquía. No solo no logró el objetivo planteado, por el contrario, ha provocado un desastre manipulado por mafias que se han adueñado de los espacios públicos.

Bajo el pretexto de que estaba en curso el programa de ordenamiento, se impedía participar a nuevos actores y todo el pastel se repartía entre unos cuantos, sin atender el verdadero problema de abuso de los espectaculares. La consecuencia natural de la resolución de la Corte significará –sin duda– un incremento aun mayor de la publicidad exterior en espectaculares.

Cuando visitamos ciudades importantes en el mundo, uno de los aspectos que más nos impacta a los mexicanos es la ausencia de publicidad de los “espectaculares”.

No hay nada más espantoso que levantar la vista y apreciar postes altísimos con tableros gigantescos anunciando todo tipo de publicidad. Hemos perdido la imagen urbana y se ha creado una vista muy agresiva con un exceso impresionante de publicidad. En ciudades modernas se han prohibido por el factor de imagen urbana y belleza escénica, pero también por una condición elemental de seguridad.

Los espectaculares se ubican en vialidades importantes, casi siempre en espacios que violan la normatividad y son una distracción para los conductores. En Periférico, Viaducto y en general vialidades de alta velocidad, no debería haber un solo espectacular; sin embargo, se ha llegado a excesos increíbles como elevarlos lo suficiente para que se aprecien desde vialidades elevadas.

Nuestra propuesta es muy sencilla: eliminar los anuncios espectaculares y cambiarlos por publicidad en el mobiliario urbano a nivel de calle, así como en el transporte público como Metro, Metrobús y Transporte Eléctrico, siguiendo las especificaciones determinadas.

¿Qué dirían Alfonso Reyes, Carlos Fuentes y muchos más autores al constatar que la Ciudad de México, hoy, es la región menos transparente del aire?

@JL_Luege

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