Para entender la dimensión monstruosa, sideral, de la potencia de la escritora Patricia Cornwell (reverencia obligada ante usted, majestad), basta pensar que si se repartiera en nuestro país un ejemplar por persona de todos los que ha publicado en decenas de títulos, todos los mexicanos tendríamos uno.

Hablamos de 100 millones de ejemplares hasta hace unos años, cuando aquí el escribidor dejó de hacer la cuenta, pero que en recientes fechas debe andar con facilidad por los 120 millones.

La reina y madre de la novela negra contemporánea puede hacer lo que quiera, en el sentido estricto, con la inabarcable fortuna que ha merecido su trabajo desde que en 1990 dio a conocer la primera de una larguísima serie de novelas protagonizada por la médica forense Kay Scarpetta. Más adelante le dejo la lista —sin los numerosos títulos que fuera de la saga ha hecho—, no para que se espante, valeroso lector, sino para que en cuanto vea un volumen con el nombre de la gran señora y coincida con uno de los títulos mencionados, lo adquiera o se haga con él a costa de lo que sea y se sumerja en una de las más interesantes, colosales y adictivas series literarias creadas en los más recientes 30 años, y que mientras viva esa mujer maravillosa continuará creciendo.

Cornwell proviene de la academia, específicamente del estudio de filología inglesa. Fue luego periodista, especializada en nota roja y se decantó como analista para la Oficina de Medicina Forense, en Virginia. Su vida ha sido compleja e incluye significativamente maltrato emocional en la infancia, bipolaridad, casamiento y divorcio del que fuera su primer esposo para después aceptar de forma pública que amaba a una mujer, con todo lo que ello implica pero con los pantalones muy bien puestos, que para eso es la reina y no necesita andar dando bibliazos ni hacer payasadas. El éxito desde su primer obra, Post Mortem, le permitió al paso de muy poco tiempo llevar a cabo uno de sus dos más ambiciosos proyectos: titularse como piloto de helicóptero y comprarse uno a la medida para andar por los aires tanto como se le venga en gana (o sea, su majestad, no cuentos chinos); y luego, gastarse una considerable fortuna en determinar quién fue Jack El Destripador —fortuna que seguramente reparó con los beneficios del libro resultante de su indagatoria, lo cual no le quita mérito al arriesgar su plata y su prestigio en demostrar que el sujeto fue uno solo, dar su nombre y ofrecer pruebas científicas de ello—.

Total, que su alteza serenísima puede hacer lo que le plazca, lo que sea, todo con el producto de su trabajo constante, documentado hasta la exhaustividad, pero a ella, la verdad sea dicha, prácticamente lo único que le interesa en la vida es escribir, una novela tras otra y otra más y la que sigue.

Apenas el año pasado habló con el querido escritor español, también periodista, Juan Gómez Jurado, para el área cultural de ABC. La pregunta fue si no era tiempo ya de darle cuello a su protagonista y tirar por otros caminos. La respuesta fue gentil: “Nunca he sentido la necesidad de matar a Scarpetta y, honestamente, no puedo imaginarme matándola. Puede que llegue el momento en el que ya no pueda seguir escribiendo sobre ella, pero no sería capaz de deshacerme de ella. Desde luego, ni yo me veo capaz de hacerlo, ni creo que los lectores me lo perdonarían. La buena noticia es que ahora no estoy en absoluto cansada de escribir sobre ella. ¡Nada más lejos de eso!” Y agregó justo después lo que tal vez es la verdadera respuesta a la primera interrogante: “Scarpetta es como yo sería si fuera más inteligente. Yo no soy científica, ni médica… Estudié Literatura en la universidad y me convertí en escritora. Soy capaz de escribir sobre lo que ella hace, pero no me veo en absoluto capaz de hacerlo yo misma.”

Y ahora sí, lector audaz, retírese el sombrero imaginario y ataque de inmediato la lectura de cualquiera de los libros enunciados a continuación, de ser posible en el orden que aquí señalo: Post Mortem, El cuerpo del delito, La jota de corazones, Cruel y extraño, La granja de cuerpos, Una muerte sin nombre, Causa de muerte, Un ambiente extraño, Punto de partida, Identidad desconocida, El último reducto, La mosca de la muerte, La huella, Predador, El libro de los muertos, Scarpetta, El factor Scarpetta, Port Mortuary, Niebla roja, Cama de huesos, Polvo, La marca de la sangre, Inhumano y, el más reciente, Caos.

En la charla citada con Juan Gómez Jurado le reveló la soberana parte de su estrategia de trabajo que es sin duda la máxima muestra de respeto para quien lee sus libros: “Me rodeo de expertos, amigos, consultores, infinidad de consejeros con quienes me reúno varias veces a lo largo del año para estar al día, y leo constantemente sobre los últimos avances en métodos y técnicas. En la medida en la que puedo, vivo inmersa en el mundo sobre el que escribo.”

Tírese, querido lector, un clavado a la obra de la escritora que en vez de cerebro tiene una catedral, y no se ande usted con capillitas.

@cesarguemes

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