Las policías son zona de desastre. Sabemos desde hace años que están mal financiadas, mal capacitadas, mal equipadas y mal controladas.

Pero no todos los desastres son iguales. No todas las policías enfrentan los mismos retos. Entender la heterogeneidad del panorama es un primer paso para empezar a construir salidas del laberinto.

Ese paso lo dio ayer la organización Causa en Común. Presentaron una serie de reportes sobre la situación de las policías estatales que, en conjunto, representan el mejor diagnóstico público disponible sobre el tema.

El primero es un índice de desarrollo policial (Indepol) que mide la distancia entre la norma y la realidad en las 32 policías estatales, así como en la Policía Federal. Los hallazgos no son alentadores. Cito algunos:

Todas las corporaciones incumplen con la ley porque tienen elementos operativos sin control de confianza vigente. Únicamente Campeche, Hidalgo, Puebla y Querétaro tienen a todos sus mandos con la evaluación vigente.

Dos terceras partes de las corporaciones estatales no cumplen con la escala jerárquica definida en la Ley. La mitad de las corporaciones no han realizado convocatorias de ascensos en 2015, 2016 y 2017.

De la muestra estudiada, 21 corporaciones no cuentan con academias que tengan todas las instalaciones necesarias para la formación y capacitación de los policías.

Casi todas las policías cometen abusos contra sus integrantes: 30 corporaciones suspenden el sueldo a los elementos cuando son sujetos a una investigación, sin que se haya determinado su culpabilidad.

Dos terceras partes de las corporaciones no establecen las prestaciones mínimas de ley para los policías como servidores públicos.

En resumen, la mayoría de las corporaciones de policía estatal salen más que reprobadas en términos del cumplimiento de la ley.

Y esto lo saben y lo sufren los propios elementos policiales. A la par del Indepol, Causa en Común presentó una encuesta aplicada a 5 mil 304 integrantes de las policías estatales y la Policía Federal. Los resultados son igualmente desalentadores. Van algunos:

Casi nueve de cada diez policías tienen ingresos mensuales inferiores a 15 mil pesos.

La mitad ha tenido que desembolsar dinero propio para pagar sus botas. Para el uniforme, 43%. Para munición, 23%. Para reparaciones de la patrulla, 22%.

Casi dos terceras partes de los entrevistados ha recibido órdenes de los superiores para realizar encargos personales. Una tercera parte ha tenido que pagar una cuota a sus jefes.

Siete de cada diez policías nunca han recibido un estímulo o ascenso.

Una cuarta parte de los elementos entrevistados nunca realiza práctica de tiro. Otra cuarta parte solo lo ha hecho una vez en los últimos dos años.

Seis de cada diez policías perciben que la sociedad los discrimina por ser policías.

Por último, Causa en Común presentó los resultados de grupos de enfoque con policías sobre temas de profesionalización. Cito algunas de las frases reportadas:

“A veces nombran personal [en las academias] que no es profesional y que no conoce de nuestros temas. Nos ponen a licenciados que no conocen la operación policial.”

“Nos enseñaron con un arma de plástico; un arma de plástico nunca va a ser como una de verdad.”

“En lugar de mandar a policías operativos, mandaron a personal administrativo a tomar un curso de manejo de helicópteros… ¿Cuándo lo van a usar?”

“Los generamos [policías] al vapor en 6 meses, con programas apretados, con programas medio híbridos. Desgraciadamente, nos hemos convertido en una maquila de policías.”

Todo esto constituye el retrato de una catástrofe. Pero hay en estos documentos algo más valioso: un mapa de ruta para reconstruir a las policías.

Ojalá, entre tanta reunión mañanera, los responsables de la política de seguridad se den tiempo de leerlos, aquilatarlos y, si se puede, convertirlos en una agenda para el cambio.

alejandrohope@outlook.com.
@ahope71

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