El movimiento de protesta que se vio desde las primeras horas de la mañana no sorprende. Ubicar a policías federales en una institución dominada de cabo a rabo por el Ejército iba a generar malestar.

En el conflicto, hay un problema de formas: nadie en posición de mando, ya sea en la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC) o en la propia Policía Federal (PF), se tomó la molestia de explicar a los policías el proceso de transición a la Guardia Nacional (GN). Si la PF se volvió un hervidero de rumores, es por el fracaso rotundo de la SSPC para comunicar con claridad al interior de la institución lo que se venía.

Existe asimismo un problema de fondo: en el diseño mismo de la GN, los policías federales son tratados como elementos de segunda. Los elementos militares tienen un virtual pase automático a la GN, mientras que los policías federales están siendo sometidos a una batería de pruebas físicas, médicas y psicológicas. Ante esas evidencias de trato desigual, era solo cuestión de tiempo para que explotara el descontento.

Además hay una incompatibilidad de culturas organizacionales entre las Fuerzas Armadas (particularmente el Ejército) y la PF. En los institutos armados, se precia la disciplina sobre todas las cosas. En la PF, hay más espacio para la iniciativa y la acción individual.

El conflicto en la PF es apenas la primera probada de las enormes dificultades administrativas y organizacionales que enfrentará la GN en los meses y años por venir.

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