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En un mundo donde cada siete segundos alguien desarrolla una demencia, en el que muy pronto la depresión será la segunda causa de discapacidad y el 90 por ciento de quienes se suicidan padecen un trastorno psiquiátrico, se explica que un libro como Salud mental y medicina psicológica se reedite una vez más. En la inmersión dentro del misterioso y fascinante laberinto de la mente humana, el tomo de autoría colectiva, coordinado por los doctores Juan Ramón de la Fuente y Gerhard Heinze, es una linterna.
Actualizada y con tres capítulos nuevos, la tercera edición (Mc Graw Hill, Facultad de Medicina, UNAM) ofrece múltiples lecturas. Propongo aquella que nos remite a la expresión artística como vía para sensibilizar a una sociedad en la que “sólo el cuerpo tiene derecho a enfermar, mientras que todo trastorno de la mente es locura”, como advierten Berenzon y Vargas, dos de los 48 autores del libro. Y es que, a pesar de los avances científicos y tecnológicos y de los grandes hallazgos recientes en neurociencias, muchos cultivamos viejas creencias que contribuyen a alimentar el estigma y a discriminar y a excluir a todo aquél que no entra en la idea, tan mercantilista como falsa, de que “solo las personas sanas pueden vivir felices y plenas”. La desinformación no sólo conduce al aislamiento de quienes padecen un trastorno, sino que les resta la posibilidad de un diagnóstico y un tratamiento a tiempo que le evitaría sufrimiento a la persona, a sus seres cercanos y a la sociedad en su conjunto y le ayudaría a insertarse de una mejor manera en la vida afectiva, social y laboral.
A grandes temas globales y de México, De la Fuente y Heinze agregan padecimientos que se han intensificado, como el “Síndrome de Ulises” que sufren los migrantes a nivel físico y emocional. Piezas como Human Flow de Ai Weiwei, que aborda la crisis mundial de refugiados, o Carne y Arena, de Alejandro González Iñarritu, demuestran el enorme poder del arte para activar las neuronas espejo que producen la empatía y quizá, también, la compasión.
A temas emergentes como el de la nueva adicción al uso del celular, las redes sociales o los videojuegos, corresponden libros como Superficiales de Nicholas Carr o series como Black Mirror. Quien leyó El curioso incidente del perro a medianoche, de Mark Haddon, narrado desde la perspectiva de un niño con síndrome de Asperger, sabe de qué hablan los médicos en el capítulo “Trastornos del neurodesarrollo”. Que personas con el Trastorno Obsesivo Compulsivo pueden llevar una vida plena bien acompañados, lo sabemos al ver jugar al tenista Rafael Nadal o al futbolista David Beckham. La anorexia nerviosa como trastorno reciente irrumpió en la conciencia de mi generación con Karen Carpenter. A quienes nos marcó Atrapados sin salida, el capítulo “Terapias de estimulación eléctrica cerebral aplicadas a la psiquiatría”, no solo sacude el trauma, sino que da esperanza. Y aquél relacionado con el genoma humano remite a un libro entrañable: Born to run, la autobiografía de Bruce Springsteen y el capítulo en el que describe sus crisis depresivas: “Está en mí, química, genéticamente, llámalo como quieras, y como he dicho antes, debo estar muy atento. El único baluarte real contra aquello fue el amor”. Recordé la importancia del amor en la cinta interpretada por Russell Crowe, Una mente brillante, biografía de John Forbes Nash, matemático prodigio, Premio Nobel de Economía, que sufría esquizofrenia paranoide.
Al final, me pregunto qué sería de Camille Claudel, Van Gogh, Jackson Pollock, Edvard Münch… si vivieran en el siglo XXI; si podemos seguir hablando de “locos iluminados” o si artistas con trastorno bipolar pueden realizar genialidades bajo tratamiento farmacológico.
El doctor Heinze comparte: “Un día escuché a Nash en una conferencia, y me pregunté: ¿debemos rescatar a estos pacientes con mentes tan brillantes?”.
Sólo la UNAM ofrece libros así.
Hay que cuidarla, es una linterna en la oscuridad.
adriana.neneka@gmail.com
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