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El número de personas que vivían en pobreza extrema por ingresos en México pasó de 21 millones de personas en 2018 a 33 millones en junio de 2020, producto de la pandemia por Covid-19, estimó Héctor Nájera , investigador asociado al Programa Universitario de Estudios de Desarrollo de la UNAM .
Este repunte se debió principalmente a las políticas de confinamiento , que trajeron como consecuencia una caída de los ingresos de las personas, indicó el académico en la mesa redonda “Pobreza alimentaria, ¿el verdadero efecto de la pandemia en México?”, organizada por la Fundación Asea.
Todavía no se tiene el ejercicio para julio y agosto, en los que se espera una reducción de la pobreza extrema por ingresos debido a la reapertura económica. Pero, en todo, caso quién va a tener la última palabra va a ser el Coneval en 2021, cuando se publiquen los resultados de pobreza en el país, agregó el especialista.
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La pobreza extrema por ingresos implica pobreza fundamentalmente alimentaria , lo que no necesariamente significa desnutrición sino malnutrición , precisó Nájera.
En los últimos cinco años, el hambre está aumentando en el mundo, comentó Lina Pohl, representante de la FAO en México. En 2019, se callculó que 690 millones de personas en el mundo pasaban hambre; es decir, no consumían calorías suficientes para llevar una vida activa y saludable. Esa cifra representó 10 millones más que en 2018 y 60 millones más que hace cinco años.
De acuerdo con estimaciones de la FAO , el Covid-19 podría provocar, a finales de 2020, un aumentó de 130 millones en el número de personas afectadas por el hambre crónica en todo el mundo.
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El hambre en América Latina afectó a 47.7 millones de personas en 2019 y se prevé que para 2030 llegue a 67 millones de personas, cerca de 20 millones más que en 2019. Esto, sin considerar el impacto del Covid-19.
En este sentido, Lina Pohl advirtió que es necesario transformar los sistemas alimentarios con miras a reducir el costo de los alimentos nuitritivos y aumentar la asequibilidad de las dietas saludables.
Además de invertir a lo largo de toda la cadena de suministro de alimentos , en el entorno alimentario y en la economía política que conforman las políticas comerciales, de gasto público e inversión. Así como reducir los factores que aumentan los costos de producción, el almacenamiento, el transporte, la distribución y comercialización de los alimentos, agregó la especialista.
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