El intento de BBVA de hacerse con Banco Sabadell para crear un grupo más grande y diversificado ha sido uno de los grandes acontecimientos económicos del año en España, aunque al final la oferta pública de adquisición (OPA) fracasó porque los accionistas de la segunda entidad rechazaron la propuesta.
La OPA lanzada en mayo de 2024 por BBVA encontró desde el primer momento más obstáculos de los previstos, ya que a la rotunda negativa del catalán Sabadell a la operación se sumó, entre otras, la frontal oposición del gobierno central, que tras una inédita consulta pública vetó una posible fusión de las dos entidades en al menos tres años.
Antes de eso, a finales de abril, la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) de España había aprobado la operación con los compromisos adquiridos por BBVA, tras concluir que Sabadell no era imprescindible y había operadores, incluidos medianos y pequeños, que garantizaban la competencia y que no habría monopolio.

El Banco Central Europeo (BCE) y la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) tampoco pusieron reparos a la operación, pero los clientes de Sabadell salvaron a la entidad de caer en manos de BBVA, al que le fallaron sus estimaciones porque confiaba en el apoyo de los grandes inversores y aspiraba a convencer a parte de los pequeños.
Hasta el final, el presidente de BBVA, Carlos Torres, se mostró “absolutamente convencido” de que conseguirían más de 50% de Sabadell, aunque la realidad es que a mediados de octubre se supo que llegaron a poco más de 25%, incluyendo cerca de 4% del inversor mexicano David Martínez, accionista de referencia del banco catalán y que el mes pasado renunció al consejo de administración de la entidad bancaria. Si hubieran logrado al menos 30% del capital, BBVA podría haberse planteado lanzar una segunda OPA por todo el capital y exclusivamente en efectivo, una hipótesis que ganó fuerza durante septiembre y que pudo generar falsas expectativas.
La sensación de BBVA tras el fracaso de la OPA fue la de “oportunidad perdida”, pero, a pesar de ello, Torres defendió que tenían la obligación de apostar por Sabadell y ligó su continuidad al frente de la entidad a los buenos resultados y no a esta operación.
En el otro lado, en Sabadell mostraron su satisfacción por el hecho de que la entidad pueda seguir su camino en solitario gracias al apoyo “mayoritario e inquebrantable” de sus clientes y accionistas, como reconoció el presidente, Josep Oliu.
A lo largo de este proceso, que duró más de 17 meses, Sabadell defendió su posición y logró que el poder político, empresarial y buena parte de la sociedad coincidieran en oponerse a la OPA hostil.
Además, Sabadell tuvo la oportunidad de sorprender varios trimestres con sus resultados, la venta de su filial británica TSB a Santander, la promesa de un dividendo extraordinario de 2 mil 500 millones de euros a principios de 2026 y un retorno para el accionista sin precedentes.
La idea en cualquier caso de la OPA siempre fue que los accionistas de Sabadell —los dueños del banco— pudieran decidir su futuro y si les convencía unirse al proyecto de BBVA. Algunos, como fue el caso del inversor mexicano, creyeron que había que aprovechar la oferta, pero la realidad es que pocos lo hicieron.
La aseguradora Zúrich, el segundo accionista de Sabadell, con casi 5%, dejó en claro que no participaría en la OPA, aunque la clave, sin duda, fue el rechazo masivo de los clientes accionistas de la entidad catalana, porque menos de 3% decidió acogerse a la oferta, lo que apenas representaba 1.1% del capital. EFE
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