¿Quién podría haberse imaginado hace ya casi seis años que el levantamiento pacífico contra el régimen de Bashar al Assad, llegaría a convertirse en una brutal y sangrienta guerra civil que ha prácticamente acabado con el país?

Producto de la Primavera Árabe, la supuesta ola democratizadora abriría las puertas de Siria a la modernidad occidental, a una nueva forma de gobernar y gobernarse lejos de la tiranía impuesta por la familia al Assad que traía consigo pobreza, falta de empleos, opresión y una corrupción rampante.

Seis años y las acusaciones de violaciones a los derechos humanos van en aumento desproporcionado. Como lo reportaron los medios de comunicación en todo el mundo, el pasado 5 de abril las fuerzas leales a al Assada perpetraron un bombardeo con armas químicas contra la localidad de Jan Sheijun, una localidad aún en manos de los rebeldes.

Alrededor de cien personas murieron debido al ataque, entre ellos 20 niños.Los opositores sirios y distintos expertos han coincidido en que posiblemente se utilizó gas sarín en los ataques. También conocido como Gas GB, el gas sarín ha sido utilizado como arma de guerra que produce en los seres humanos el mismo efecto que los insecticidas y fue desarrollado en Alemania en 1938 efectivamente como un plaguicida.

El gas sarín comienza a afectar desde el momento en que entra en contacto con el ser humano de distintas formas, ya sea respirando o a través del contacto con la piel o los ojos. También es posible que el gas contamine fuentes de agua e incluso la comida o la ropa.

Las escenas que hemos visto, reproducidas por distintos medios en todo el mundo, son como escenas sacadas de una película de terror. El gas sarín es un compuesto que actúa directamente sobre el sistema nervioso de las personas ocasionando convulsiones, parálisis, exceso de salivación, pupilas contraídas, visión borrosa y asfixia.

No es la primera vez que las fuerzas leales al régimen usan armas químicas. Ya en 2013 el régimen de al Assad llevó a cabo un ataque con Gas Sarín que dejó al menos 1,300 muertos y que según datos de la ONG Médicos Sin Fronteras en Damasco en los se trataron a 3,600 pacientes en ese mismo ataque que presentaban síntomas neurotóxicos.

En el ataque de 2013, decenas de niños pequeños fueron afectados y lo que más alertó aquella mañana del miércoles 21 de agosto que la noticia se extendió por el mundo, fueron las imágenes de niños convulsionándose en el piso con los ojos puestos en blanco.

Las fotos, especialmente las presentadas al días siguiente en la portada del Daily Mirror causaron un gran debate un línea y fuera de ella sobre la “pertinencia” o incluso hasta el “buen o mal gusto” de mostrar las fotos de los niños asesinados en lo que ha sido uno de los ataques más brutales que han ocurrido en esta lamentable guerra.

Ni tardo ni perezoso el Presidente de Estados Unidos ha subido a la palestra para levantar acusaciones sobre asuntos que antes parecían no importarle, Siria y su guerra, Siria y sus refugiados para Trump habían sido un estorbo. Curioso que se sube justo cuando del lado ruso se ha defendido -una vez más- a al Assad argumentando que el gas tóxico provenía de un depósito de los rebeldes que había sido destruido por las bombas sirias.

Recordemos que el FBI aún mantiene bajo investigación las comunicaciones y la posible injerencia que tuvo Rusia en las pasadas elecciones en Estados Unidos (como la que está teniendo en las distintas elecciones europeas) y que una pelea “mediática” en el Consejo de Seguridad acerca de una posible resolución culpando a Damasco pondría en tela de juicio la posible relación Putin-Trump.

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