La insistencia de mantener una política económica errática que amplía la brecha de la desigualdad y niega casi todas las oportunidades de desarrollo a las presentes y futuras generaciones, es un problema que debemos atender de manera inmediata desde el Congreso.

A pesar de la realidad del país y de la coyuntura internacional derivada de los mercados y la volatilidad cambiaria, la propuesta económica del Ejecutivo federal, es insensible y continúa sacrificando a la mayoría de la población en beneficio de unos cuantos.

La gasolina se mantiene cara en tanto que la producción de petróleo disminuye. La falta de inversión en nuevas refinerías, así como para estimular la planta productiva nacional y crear cadenas de valor, está poniendo al país en un callejón sin salida.

El discurso fácil y las promesas de reducción en gasto corriente y presupuestos austeros en las partidas gubernamentales, contrasta con los gastos realizados para comunicación, viáticos, promoción personal, plazas burocráticas para los compadres y el constante desvío de recursos.

¿Cuál austeridad? Si el INE pidió más de 25 mil millones de pesos, de los cuales más de 9 mil millones serán para gasto ordinario, más de 8 mil millones para organizar el proceso electoral y 6 mil 700 millones para financiar a los partidos políticos. Recursos a los que aún hay que sumar el de las entidades federativas para los procesos locales.

Bajo la excusa de que la democracia es cara, el negocio electoral para la cúpula en el poder es redondo. Sin embargo, la insatisfacción y la desconfianza de la ciudadanía están a la vista. No nos confundamos, en México la democracia no es cara, lo que son carísimas son la simulación de la democracia, la suplantación del poder, las complicidades, los fraudes, las mañas y los cochupos.

México está lleno de paradojas. Somos un país productor de petróleo pero importador de gasolinas e hidrocarburos; tenemos un territorio, clima y ubicación geográfica envidiables, así como una vocación agrícola ancestral y natural, sin embargo, somos el principal importador de maíz, trigo, frijol, chiles, frutas y legumbres. El campo se desmantela y las cosechas se pierden, mientras por las fronteras los contenedores cargados de productos extranjeros invaden nuestros mercados.

Se presupuestan y gastan miles de millones en seguridad y los resultados son vergonzosos, ni en las calles ni en las cárceles se hace valer el imperio de la ley. La delincuencia ejerce el control de gran parte del país, gracias a que la impunidad es la constante.

Tenemos más empleos, aunque peor pagados y sin seguridad social. Estabilidad macroeconómica, pero más hambre y más necesidades. Se reporta crecimiento a pesar de que enfrentamos la peor inflación de las últimas dos décadas y la canasta básica es inalcanzable para la mayoría de la población, al igual que los principales servicios.

El paquete económico entregado por el titular de Hacienda a la Cámara de Diputados, da cuenta de una política económica esquizofrénica e irresponsable, constituyendo la crónica de una crisis anunciada.

Los términos del “paquetón económico” son un mal augurio. El cambio es urgente. Un cambio de modelo, de partidos, de ideología, de políticos y de funcionarios. Un cambio que ya no puede esperar.

Diputada federal y activista social.
@LaraPaola1

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