El pasado 19 de febrero el Ejército mexicano cumplió 105 años de vida institucional. En su origen lleva grabada una parte importante de la historia nacional, en donde las fuerzas populares, inconformes ante las injusticias, ilegalidades y traiciones, se convirtieron en un solo espíritu y brazo libertario.

Las y los mexicanos unieron sus reclamos, anhelos y espíritu indomable para dar paso a una nueva etapa garantista, en aras de restablecer el Estado de Derecho, teniendo como mejor fundamento un régimen democrático y constitucional, y como aliado a un ejército valiente que otorgó al pueblo certeza y seguridad.

Desafortunadamente, un siglo después, las condiciones del pueblo y sus reclamos son aún vigentes. El ideal de justicia e igualdad contrasta con la realidad. La lacerante pobreza, exclusión y desigualdad refieren a un pueblo de nuevo traicionado por su clase gobernante y la insensibilidad con que ha trazado el proyecto nacional.

En este escenario y bajo las circunstancias anteriores, es justo reconocer que el Ejército mexicano es una institución que se ha renovado, profesionalizado y fortalecido; una institución que goza de la confianza de la sociedad por su manifiesta e inquebrantable vocación de servicio.

Es importante destacar la labor de los doscientos mil integrantes, mujeres y hombres, que dan vida al Ejército y la Fuerza Armada de México, por haber resistido con firmeza, valor, amor a la Patria y lealtad, las diversas coyunturas y vicisitudes por las que el país ha atravesado.

En estos tiempos donde el patriotismo y la unidad son necesarios, es importante levantar la voz para reconocer la encomiable labor del Ejército. La niñez y juventud mexicana deben saber de su esfuerzo y reconocerlo, sentirse orgullosos e incluso, tener la ambición de pertenecer a sus filas, ya que es una institución que cuenta con diversos espacios educativos, donde las nuevas generaciones pueden dar cauce a su proyecto de vida.

Además de reconocer la ayuda que prestan en desastres naturales y de la lucha frontal que han dado contra la delincuencia organizada, hay que hacer énfasis en que, cumpliendo su deber, y sin ser éste el motivo central de su misión, han contribuido para rescatar víctimas del delito de trata de personas, otorgándoles un trato digno.

El Ejército ha mantenido permanente comunicación con diversas organizaciones de la sociedad civil y han dado cabida a una capacitación humanitaria y humanista para tener cada día más y mejor cercanía con la sociedad.

Como ciudadana, como activista social y como diputada federal, una y otra vez he insistido en la importancia de reconocer y destacar su labor desde los diferentes espacios públicos y sociales. De ahí que, en marzo de 2016, propuse una Iniciativa para instituir en el Reglamento de la Cámara de Diputados, que anualmente se otorgue en el máximo órgano de representación popular: la “Medalla al Valor Militar”.

Es necesario que la sociedad reconozca a las y los integrantes del Ejército porque también forman parte de ella. La realidad que viven sus familias no es distinta a la de la mayoría de las familias mexicanas; también viven precariedad, zozobra y son parte de la cultura del esfuerzo.

Nuestro país necesita renovar su patriotismo e inculcar a las nuevas generaciones el valor de la verdad y la honestidad, el orgullo por nuestra identidad nacional, la libertad y la soberanía nacional, de las que el Ejército es garante.

Enseñarles a las y los futuros ciudadanos la gratitud hacia quienes perdieron la vida para salvar la de otros, hacia quienes hoy enfrentan condiciones adversas a causa de alguna discapacidad derivada del empeño del deber cumplido. Introyectarles el honor, la justicia, el servicio y el amor a México que siempre deben estar presente dentro y fuera de los cuarteles.

Diputada federal y activista social.
@LaraPaola1

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