Los vertiginosos avances tecnológicos que han sido la base de la era del conocimiento y constituyen una importante aportación al mundo desarrollado, pero representan también graves problemas para la sociedad, toda vez quelas nuevas tecnologías de la información han abierto la puerta a diversos ciberdelitos o son utilizadas como herramientas para engañar u obtener datos de las víctimas y cometer un sinfín de conductas ilícitas.

De acuerdo con lo señalado en el 13º Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Justicia Penal, “el delito cibernético es una forma emergente de la delincuencia transnacional y uno de los de más rápido crecimiento. A medida que Internet se ha convertido en una parte casi esencial de nuestras vidas, suministrando información y comunicación en todo el mundo, los delincuentes le han sacado aprovecho”.

Evidentemente, los países en desarrollo no tienen la capacidad para combatir los ciberataques y otras formas de la delincuencia cibernética, por lo que las tasas de victimización son mayores a las registradas en los países desarrollados. Además, los delincuentes explotan las lagunas jurídicas y las precarias medidas de seguridad.

Nuestro país no es la excepción. La policía cibernética, aunque ha realizado importantes esfuerzos, no ha logrado contener a los cibercriminales, quienes operan en la red, lo hacen con una velocidad y eficiencia superiores por mucho a la de las autoridades. Como el resto de las naciones similares, en México carecemos de una legislación adecuada a la magnitud de la problemática.

De ahí que, los delitos cibernéticos, particularmente los cometidos por hackers de páginas oficiales o aquellos en donde la delincuencia transnacional se encuentra involucrada, han sido considerados entre las principales amenazas a la seguridad nacional.

Bajo el anterior orden de ideas, es importante poner atención a dos nuevas modalidades digitales, que, aunque no en todos los casos constituyen delitos, existe un alto porcentaje de operaciones donde sí lo son.

Una de estas modalidades, es el Bitcoin, un tipo de dinero digital de carácter informal, sobre el cual las autoridades financieras no pueden actuar por algún quebranto o cambio significativo en su valor, ya que no es una moneda oficial, como bien lo advirtió la Condusef. Además, esta moneda virtual, debido al anonimato de sus usuarios, ha sido señalada en diversos países como un mecanismo para realizar operaciones ilícitas, como fraude, lavado de dinero, compra de armas, terrorismo, trata de personas y prostitución infantil.

El Bitcoin, no sólo es una moneda virtual sino un instrumento útil para evadir impuestos, eludir las reglas bancarias y, por lo tanto, se ha vuelto un paraíso para los lavadores de dinero y para las transacciones delictivas, porque no deja rastro y mantiene resguardada la identidad de quien las realiza.

El intercambio de monedas virtuales se hace de usuario a usuario, sin la intervención de instituciones bancarias o autoridades, simplemente con ayuda de la red. Los rendimientos de esta moneda han crecido de forma exorbitante desde su creación, por lo que ha entrado como cuchillo en mantequilla en México, a través del ciberespacio, sin que las autoridades hayan tomado acciones concretas al respecto.

Si bien, no todos los que invierten en Bitcoin son delincuentes, el riesgo de perder dinero en este mercado es una realidad reconocible que se compensa por la posibilidad de obtener réditos que no pagarán impuestos. Como lo señaló el científico y periodista Javier Sampedro, “los humanos, como los mercados, tendemos a buscar beneficios inmediatos a costa de arruinar nuestro futuro”.

Otra de estas modalidades digitales, es conocida como Deep Web o Internet Invisible que, engloba toda la información que se encuentra en la Web, pero que no se haya indexada por los motores de búsqueda tal y como los conocemos. Se trata, por tanto, de todo el contenido público online que no es rastreado ni encontrado por el usuario común en la red.

La invisibilidad en la red vuelve ideal este espacio para los hackers, el robo de identidad, la comisión de delitos aberrantes como la pornografía infantil y la trata de personas, así como para dar rienda suelta a toda clase de perversiones.

Por supuesto: no toda la internet invisible tiene fines delictivos. Su contenido incluye mensajes de correo electrónico y de chat codificados, contenido privado en sitios de redes sociales, extractos bancarios electrónicos, registros de salud electrónicos, etc. Sin embargo, como se apuntó líneas atrás, los delincuentes sacan provecho y obtienen multimillonarias ganancias.

Así, el reto del ciberdelito es enorme para México. De ahí que, las expectativas que tenemos sobre Antonino De Leo, nuevo Representante en México de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, sean muy altas. Sabemos de su compromiso con los derechos humanos, de su vocación y de su profesionalismo, por ello, tenemos la seguridad, que su trabajo resultará de fundamental importancia para combatir al crimen organizado en sus diferentes modalidades.

Diputada federal y activista social.
@LaraPaola1

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