Este fin de semana salí de México con mi esposa y el viernes por la madrugada ella recibió una llamada buscando extorsionarla, puso el altavoz para que pudiera escuchar lo que sucedía y para mí fue un tremendo impacto oír los gritos de desesperación de una mujer, que pretendía ser mi hija, pidiendo ayuda, y a un delincuente exigiendo dinero para soltarla. Imagínense lo que pasó por mi mente después de que hace diez años secuestraron a otra de mis hijas y la asesinaron. El miedo se apoderó de mí. Escuchando lo que negociaba mi esposa con este extorsionador, entré en tal desesperación que cuando le decía que quería cierta cantidad, yo le hice señas a mi esposa para que le diera lo que quisiera. Afortunadamente, ella tuvo la calma para pedirme que llamara a la casa, lo hice y nuestros hijos estaban ahí. Me regresó el alma al cuerpo.

Tenemos que orientar a los jóvenes a que tengan cuidado en estos tiempos y a pesar de que piensan que no les va a pasar nada... Esta fue una experiencia que casi me mata, pero de la que saco algunas reflexiones, apoyado en la plática con un experto que estaba en esos momentos con nosotros y que le quitó el teléfono a mi esposa, le mentó la madre al sujeto ese y le colgó. Le pregunté por qué hacía eso y me contó que las extorsiones son cosa de todos los días, y que no debía seguir el juego de la persona al otro lado del teléfono. Después, me enteré que la hermana de un empleado de la casa fue secuestrada, el mismo día de esa llamada de extorsión. Afortunadamente la soltaron por la noche después de pagar el rescate, pero qué triste para esta familia vivir esto.

Me dicen que todo viene desde las diferentes cárceles y que no han podido pararlo. Pero no han hecho algo, porque cuando la autoridad intentó que los reos no tuvieran comunicación al exterior, los dueños de las telefónicas se quejaron y lo demandaron; es decir, que por negocio de unos cuantos, estos infelices extorsionan a medio mundo.

¿En qué país estamos? Me explicaron todo esto con manzanitas y que el gobierno aflojó para que una ley que impedía la comunicación con los penales, no pasará en el Congreso. No puedo creerlo, cómo es posible que permitan esto, es indignante. Si queremos acabar con la corrupción como dice el nuevo gobierno, esto no se puede permitir.

Esta denuncia debe servir de algo y todos debemos de evidenciar este tipo de cosas para que la autoridad ya no deje seguir delinquiendo a los reos con extorsiones; y en segundo lugar, que los jóvenes se den cuenta que no viven en una burbuja, que deben de cuidarse y estar en constante comunicación con sus padres. La autoridad debe ser implacable con estos infelices, y es una obligación moral dar a conocer lo que pasa en nuestro país. No soy activista ni quiero protagonismo, simplemente pienso que si todos denunciamos, alguna reacción debe generar.

Espero mi familia me perdone por esta columna, pero tenía que dar a conocer situaciones tan tristes y que después de diez años de vivir la pérdida de mi hija, me doy cuenta que no ha cambiado nada en este país.

Profesor

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