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justiciaysociedad@eluniversal.com.mx
Nueva York. — Jaime Lucero fue testigo de la celebración de un 15 de septiembre en 1975, desde dos lados del muro. Mientras dejaba la tierra donde había vivido por 18 años cruzaba la frontera para cumplir su sueño americano: “El río te llega hasta el cuello y no sabes si serás arrastrado y te lleve la corriente”.
Tras instalarse en Nueva York con su hermano Julio consiguió empleo de lavaplatos en un restaurante donde trabajaba hasta 14 horas diarias por 110 dólares semanales.
Allí, como otros inmigrantes, fue blanco de burlas por no saber inglés, pero consiguió un bestsellers de la época y diariamente pedía que le leyeran tres páginas que en su tiempo libre estudiaba.
Con la inquietud de preservar las raíces de su cultura, él y un grupo de paisanos forman Club Azteca en 1978. A la par, Lucero sube de rango en el restaurante, pero no era suficiente para él, tras seis años de trabajo pide que le vendan uno de los camiones a plazos que manejaba y conoce el negocio de comisionista.
En 1986, gracias a una amnistía durante el gobierno de Ronald Reagan obtiene su ciudadanía, con lo que puede encaminar a pasos agigantados su empresa, la importadora textil Gold & Silver, con la que emplea actualmente a 350 personas. Así enfila en 1999 un nuevo proyecto, el más fuerte y significativo: Casa Puebla.
Fue llamada así, Casa Puebla, por la añoranza del estado que lo vio nacer en una metrópoli ajena y por el cobijo que da como federación a 78 organizaciones cívicas cuya misión es clara: si un inmigrante está en apuros, se le tiende la mano con asesoría para vivienda, trabajo, deporte, salud y derechos.
Además, Lucero marcó un antes y después tras la alianza con la CUNY, la red más grande de universidades en Nueva York con la que miles de estudiantes sin papeles terminan sus carreras sin la amenaza de ser deportados.
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