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Antonio Sánchez, quien es médico y Rosana Suárez, educadora, tardaron cuatro años en elegir la escuela ideal para sus hijos Patricio, de 12 años, quien ahora cursará el sexto de primaria; Marcelo, de 10, que irá a quinto, y los gemelos Diego y Camilo, quienes a sus siete años acudirán al segundo grado de primaria.

Después de comparar opciones decidieron que la pedagogía Waldorf era la que más se acercaba a la educación que estaban buscando para los niños, y con base en ello eligieron el colegio que les pareció más adecuado.

Su búsqueda los llevó a este método porque desean que sus hijos tengan además de habilidades suficientes para competir en el mercado laboral cuando sean adultos, que se formen como seres humanos integrales pacientes, dedicados, menos exigentes, más atentos, con aprecio por las artes, el trabajo en equipo y el desarrollo espiritual.

Este inicio del ciclo escolar, sus hijos están emocionados por regresar a clases, puesto que en la escuela se divierten y aprenden mucho, según platicaron los niños. Aficionados al futbol, Patricio, Marcelo, Diego y Camilo comparten la pasión por el balón y por el equipo de los Pumas de la UNAM, y practican este deporte en el combinado infantil Pumitas, lo que les permite convivir con muchos menores que no son de su escuela.

“Yo soy Marcelo y quiero ser futbolista de grande. El futbol es lo que más me gusta en el mundo, me gusta Pumas y el Real Madrid y quiero ser medio izquierdo. Es divertido y hago mucho ejercicio, es lo que siempre me ha gustado desde pequeño, desde los cuatro o los cinco años”, dice.

“Me gusta ir a la escuela, porque ahí tenemos amigos y a mí me gusta mucho aprender en esa escuela por la forma en que me enseñan, más artísticamente”, relata el menor.

“Quiero ser futbolista”, platica Camilo, “porque me gusta mucho el futbol. Quiero ser portero, voy a Pumitas y soy portero porque me gusta mucho, estoy pensando jugar con Pumas o el Barcelona, a Pumas es el equipo que más le voy”.

Patricio, el más grande, todavía no ha pensado qué quiere ser de grande, aunque señala que le gusta mucho el futbol, puesto que es lo que más le gusta hacer, aunque tiene un interés especial, “podría ser medicina, mi papá es doctor y me gustaría para ayudarle a la gente y eso. Me gusta la escuela porque están mis amigos, aprendemos a través del arte, no nos exigen mucho y todo eso”.

“También quiero ser futbolista, me gustaría jugar de portero para el Madrid y para Pumas porque son a los que les voy, me gusta el futbol porque me divierto mucho”, señala Diego.

En la pedagogía Waldorf, los niños tienen una carga mínima de tareas escolares, por lo cual sus hijos viven con menos estrés. No llevan uniforme, pero el sistema exige que su ropa sea sencilla. La escuela les da mochilas y útiles escolares para desincentivar la competencia entre los pequeños por ver “quién trae lo mejor”, además, se privilegian las características que hacen único a cada niño, y que aprendan a su ritmo personal.

“La pedagogía es completamente humanista porque ve el desarrollo integral del ser humano y a través del arte intenta desarrollar todas sus capacidades, no nada más intelectualmente, sino afectivamente. No busca prepararlos para una competencia sino desarrollar sus potenciales al máximo para que cada uno dé lo mejor de sí mismo”, comenta Antonio.

“No esperamos que se instruyan para poder competir en un futuro en el mercado. Queremos que se desarrollen como personas y después puedan hacer algo que sea útil no nada más para ellos sino para toda la sociedad”.

Antonio y Rosana, quienes gastan 60 mil pesos en inscripciones y colegiaturas para el inicio del ciclo escolar, comentan que la escuela no les pide útiles, puesto que todos los materiales vienen incluidos en la colegiatura de cinco mil 500 pesos mensuales por niño.

Rosana, quien es educadora en preescolar en una escuela privada que utiliza el método constructivista, opina que el principal problema de la educación pública es que “las personas que estamos a veces enfrente de los grupos, no hacemos lo que dicen los programas, porque sí está completo el plan. Creo que a muchos profesores sí les cae de sorpresa adoptar el nuevo modelo educativo: es el trato a los niños, el respeto a los niños. Creo que en eso sí está completo”.

“Son los mismos programas los que tienen la [educación] pública y la privada, la diferencia es cómo se imparte la educación. No es tanto la información que se les da, sino la forma”, dice Antonio.

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