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Gabriela Arcos Martínez recibió su primer golpe a los nueve años; y fue porque hizo mal su cama; (el quehacer de la casa), “¡seguro te vas de loca y por eso no te fijas en lo que tienes que hacer!”, le decía su madre. Ese fue el reproche que la acompañó durante su infancia, y un término con el que volvería a encontrarse en cuanto comenzó a establecer una relación con Mario, un chavo que consumía crack. Vivió tres años con él. Tres años de palizas.

Refiere que él era así todo el tiempo, en ocasiones era servicial y agradable. Gabriela llegó a esa relación con un hijo pequeño; Mario también intentaba golpearlo, Gabriela lo defendía y recibía los golpes que le hubieran tocado a su hijo si ella no se interponía entre ambos. Mario la celaba, vivía en el departamento que ella rentaba y sólo pagaba, pues Mario no trabajaba. Él no la llamaba nunca por su nombre, no le decía Gabriela sino Arcos.

“Los primeros golpes fueron cachetadas porque él una vez encontró un encendedor en la casa, el encendedor llevaba el nombre de un bar, él pensó que yo había estado ahí; me rompió los dientes, me aventaba contra la pared, no sé porqué continuaba con él; me embaracé dos veces y en las dos ocasiones perdí a los bebés a los dos o tres meses de gestación, porque él golpeaba mi vientre con cualquier escusa.

“Yo iba a dar al hospital por tener que abortar, los médicos detectaban coágulos en mi vientre por las patadas que él me daba en el estómago. En una ocasión me amordazó, me violó, subió el estéreo a todo volumen para que los vecinos no escucharan mis gritos. Me tenía amarrada, me colocaba inclusive almohadas sobre mi rostro para que yo no gritara. Tenía un palo de aluminio con el que me golpeaba en la cabeza, mientras me gritaba insultos de todo tipo”.

Cuenta que intentó buscar a un grupo de cuarto y quinto paso, se iba a una congregación cristiana, andaba buscando valor para poderlo dejar.

Su madre le dejó de hablar muchos años, pues no entendía porqué andaba con un hombre así. “En realidad de ella aprendí a aguantarme cuando ella me pegaba y lo mismo hacía con Mario; ella decía que si lo encontraba lo iba a matar; permanecí con él por miedo a que me golpeara aún más fuerte si me iba de la casa”. Fue la madre de Mario la que me dijo que lo echara a la basura, que lo hiciera a un lado de mi vida, como ella lo había hecho.

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