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Sintió una profunda tristeza por el hurto de su equipo de cómputo y por ver cómo dos jóvenes le habían robado.

“Me imaginé a mi hermano y mi cuñada”, declara la mujer profesionista, parada ante un Ministerio Público para denunciar.

Fue en la colonia Revolución, Xalapa, donde con dos amigas dejó su auto estacionado a menos de 20 metros de una fonda con el más exquisito pozole de la zona.

No habían tardado ni 20 minutos, cuando la alarma de su vehículo comenzó a sonar, de inmediato salió a ver lo que ocurría y vio a los dos jóvenes en un auto Cavalier.

“Pensé que le habían pegado a mi coche, me paro en la esquina y me ve el chavo. Se van, inmediatamente pensé que le había pegado, pero cuando vi mi auto tenía los golpes de siempre”, declara.

De inmediato le vino a la memoria lo que habían guardado en la cajuela. Dos computadoras, una cámara fotográfica para ejercer su oficio, una cartera con mil pesos del resto de la quincena de su amiga y un par de joyas que otra de sus acompañantes vende para ayudarse a completar el gasto.

La cajuela estaba abierta y las cosas se habían esfumado. “Es muy fácil sacar las cosas y que se lleven algo que te costó mucho esfuerzo”, lamenta.

Corrió a avisar a sus amigas y una de ellas se soltó a llorar profundamente por su equipo y por su dinero que era para terminar la quincena. Se sintió tan mal, porque aunque no todo lo robado era de ella, sus compañeras perdieron mucho.

“Me queda claro que esto está pasando porque no hay chamba y porque las autoridades están rebasadas, llamé al 911 y los policías llegaron en 20 minutos cuando no había tráfico ni nada”, insiste.

Los oficiales le preguntaron sus datos. Cuando llegaron, explica, en lugar de monitorear la zona, avisar a sus compañeros, los policías comenzaron a preguntarle todos sus datos personales, desde dónde vive y hasta su edad.

“¡Yo no sé para qué chingados! ¿O qué? ¡Me van a mandar un pastel de regalo en mi cumpleaños!”, se queja la joven.

A pesar de ello y del miedo que le produjeron las palabras de los agentes que le hicieron ver que la estaban siguiendo para robarle, decidió presentar una denuncia penal, “porque si los agarran al menos que haya un antecedente”.

Mientras esperaba ser atendida para denunciar a los jóvenes, su amiga de inmediato habló a la casa de sus padres para pedir que cambiaran las chapas de su vivienda, porque los maleantes se llevaron su cartera, con su credencial de elector, su dirección postal y las llaves.

“Te da mucho miedo. Estaban las direcciones y las llaves, y otras pertenencia personales”, afirma la mujer quien vive en uno de los estados donde son frecuentes los enfrentamientos armados y las ejecuciones relacionadas con el narcotráfico.

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