La Habana

Raúl Castro Ruz, el general cubano que hace casi dos años pactó la descompresión de la espiral de tensiones entre La Habana y Washington, vive las primeras horas como el hombre más poderoso de Cuba.

Sepultado su hermano, el comandante Fidel Castro, ahora el general reina sin sombras.

¿Quién es Raúl Castro? Más militar que político, pero más político que caudillo, el actual mandatario proclamó el 17 de diciembre de 2014 el inicio de un proceso de normalización de relaciones con Estados Unidos, hasta entonces eterno enemigo de la revolución que triunfó en 1959 en Cuba.

El anuncio fue hecho en forma simultánea en La Habana, por Raúl, y en Washington, por el presidente Barack Obama, tras 18 meses de negociaciones secretas y después de más de 55 años de pleitos bilaterales.

Raúl Castro fue el cuarto hijo del gallego Ángel Castro y de la cubana de origen canario Lina Ruz. Nació el 3 de junio de 1931 en el oriente de Cuba y siempre permaneció a la sombra de su hermano. A él le tocó ejecutar los trabajos “feos” del régimen, en especial en Seguridad Nacional, Control Interno y Defensa, por lo que se ganó entre los cubanos una fama de “duro”.

Sin embargo, gracias al restablecimiento de nexos con EU, en julio de 2015, y la visita de Obama a la isla, en marzo de este año, con su secuela de cambios en los aires socioeconómicos, se le considera más pragmático que el difunto ex presidente.

No obstante, el general, primer secretario del Partido Comunista y presidente de los consejos de Estado y de Ministros, ya reafirmó antenoche que Cuba seguirá la senda marcada por el líder histórico de la revolución: un sistema de gobierno socialista.

En julio de 2006 sustituyó temporalmente a su hermano, quien presentaba problemas de salud, y se quedó definitivamente al frente del gobierno cubano desde febrero de 2008.

Él convirtió al ejército en una de las instituciones más organizadas de Cuba y las involucró en el negocio del turismo y otras actividades empresariales.

Al igual que a millones de cubanos, a Raúl —de 85 años—le gusta el baile, beberse un ron y, a diferencia de su hermano, exhibirse en público o televisión con su familia inmediata.

Sin complejos, mostró su pena al morir su esposa, Vilma Espín, en 2007, y alguna vez se le vio en televisión al compartir con sus hijos —Deborah, Mariela, Nilsa y Alejandro— y sus nietos una caminata por montañas del oriente cubano, su zona natal. Incluso, su nieto Raúl Guillermo Rodríguez Castro es su principal guardaespaldas.

El embargo, tema pendiente. Pese al deshielo de las relaciones con EU, a veces rápido y a veces lento, persisten las tensiones bilaterales por un tema central: el embargo económico —reforzado a veces y aliviado por épocas— impuesto por la Casa Blanca en febrero de 1962 contra Cuba, con el alegato de que era la vía para obligar al castrismo a que abandonara su modelo marxista—leninista y aceptara un sistema político compatible con los valores interamericanos.

El general desactivó la extensa ronda de tensiones que Cuba arrastró por décadas con EU y los nexos dejaron de estar regidos por conflictos específicos convertidos en focos de permanente choque entre ambos países.

Un caso fue la disputa por la custodia del niño cubano Elián González, centro de una intensa pugna migratoria y diplomática bilateral de noviembre de 1999 a junio de 2000 y que se resolvió con la devolución del infante a Cuba con su padre. Otro fue el de las condenas a cinco espías cubanos capturados en EU en 1998 y que, en el paquete de pactos adoptados por Obama y Castro hace dos años, fueron puestos en libertad. Los dos sucesos quedaron como recuerdos de graves momentos de crisis política en las dos orillas del estrecho de La Florida.

Con el triunfo de la revolución, en 1959, Cuba enfrentó un variado menú de hostilidad de EU, con incidentes violentos —una invasión anticastrista, atentados con bombas, incendios, enfrentamientos armados, sabotaje económico y acoso de distinta índole— que agudizaron el choque.

El ahora difunto Comandante en Jefe convirtió esos episodios en rutas de presión política externa y para que la población cubana estuviera bajo un estado de constante movilización interna y de alerta sin final.

El acoso de EU, advirtió, obligó a jamás bajar la guardia. Sin bajarla, el general Raúl inyectó otro estilo.

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