Bangkok.— Una fuerte explosión en uno de los santuarios más conocidos de la capital de Tailandia acabó el lunes con la vida de al menos 22 personas, incluidos ocho turistas extranjeros, e hirió a otras 123, en un incidente que el gobierno describió como un atentado con una bomba para destruir la economía del país.

Varios medios locales dijeron inicialmente que hubo 27 muertos, pero un portavoz policial dijo el martes que el balance de víctimas mortales ascendía 22, aunque otras autoridades dijeron que los fallecidos eran 20, de acuerdo con el diario The Nation.

En su último comunicado de anoche la policía había fijado el balance provisional en 19 muertos y 123 heridos, muchos de ellos turistas chinos, taiwaneses y singapurenses. El jefe de la policía nacional, Somyot Poompanmuang, dijo a periodistas que el ataque no tiene precedentes en Tailandia. “Fue una bomba casera”, dijo. “Fue colocada en el interior del santuario (hindú) de Erawan”. La policía precisó que la bomba fue confeccionada con un tubo envuelto en tela.

“Todavía no sabemos a ciencia cierta quién hizo esto y por qué”, dijo el viceprimer ministro Prawit Wongsuwon. “No estamos seguros si tiene motivaciones políticas, pero se proponen dañar nuestra economía y los perseguiremos”.

“Los responsables intentaban destruir la economía y el turismo, porque el incidente ocurrió en el corazón del distrito turístico”, insistió.

Sin embargo, el Departamento estadounidense de Estado, que lamentó la tragedia, declaró que es “demasiado pronto para saber” si la explosión fue un ataque terrorista.

Nadie se atribuyó de inmediato la autoría del presunto atentado en el santuario. Las fuerzas tailandesas están combatiendo a un pequeño grupo de insurgentes musulmanes en el sur de un país predominantemente budista, pero los rebeldes rara vez han lanzado ataques fuera del feudo en que vive su etnia malaya.

El templo, que está en una esquina muy transitada cerca de los mejores hoteles, centros comerciales, oficinas y un hospital, es una importante atracción turística, especialmente para los visitantes de Asia Oriental. Muchos tailandeses rezan también allí.

El gobierno anunció la creación de una “oficina de guerra” para coordinar la respuesta al atentado, informó un canal de televisión, que citó al primer ministro, Prayuth Chan-ocha.

“Era como un mercado de carne”, comentó Marko Cunningham, un paramédico neozelandés que trabaja en un servicio de ambulancias de Bangkok. Agregó que la explosión provocó un cráter de dos metros de ancho. “Había cuerpos por todas partes. Algunos estaban despedazados. Había piernas donde se suponen que debían estar las cabezas. Fue horrible”, dijo Cunningham, añadiendo que resultaron heridas personas a muchos metros de distancia.

En el lugar había tiradas motocicletas quemadas, escombros de un muro del santuario y charcos de sangre en la calle. Antes, las autoridades ordenaron a los transeúntes que se alejaran pues estaban buscando una segunda bomba, pero la policía dijo más tarde que no se halló.

El tren elevado de la ciudad, que pasa por encima del lugar del atentado, operaba con normalidad.

Si bien las sospechas iniciales podrían recaer sobre los separatistas musulmanes del sur, Tailandia lleva una década de intensas y, a veces, violentas luchas por el poder entre facciones políticas en Bangkok.

Pequeñas explosiones ocasionales han sido atribuidas a una u otra parte. Dos artefactos caseros estallaron dentro de un centro comercial de lujo en la misma zona en febrero, causando pocos daños.

La policía dijo que el ataque pretende aumentar la tensión en un momento en que la ciudad está bajo la ley marcial.

El ejército gobierna Tailandia desde mayo de 2014, cuando derrocó a un ejecutivo electo, después de meses de protestas antigubernamentales marcadas en ocasiones por la violencia.

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