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Herlinda Rojas Fiesco tenía 13 años cuando comenzó a vender cohetes de casa en casa. No completó sus estudios. Al paso del tiempo se casó y tuvo 10 hijos a los que mantuvo con su trabajo en la pirotecnia. Hoy tiene 84 años, su negocio se llamaba “La Abuela”, pasillo 3, local 247 y es una de las personas gravemente heridas que permanece en la Cruz Roja Mexicana en Polanco.

Ahí ha sido intervenida dos veces por los graves daños ocasionados en su pierna derecha y su hombro izquierdo durante la explosión en Tultepec, el pasado 20 de diciembre en San Pablito, el mercado de pirotecnia más grande de México.

Es también una de las más longevas y conocidas en este negocio, refiere su hijo Miguel.

“En el mercado todos me conocen, vendemos artesanía pirotécnica: luces, silbatos, palomas, buscapiés... Eran las tres de la tarde. Yo estaba en mi local cuando escuché una explosión, le pregunté a mi hijo Miguel [que estaba conmigo vendiendo] qué había sido ese ruido. Me respondió que era de la explosión de una llanta.

“De repente vimos cómo todo comenzó a estallar en el cielo, y el ruido infernal de todo los cohetes explotando a la vez (…). Yo uso bastón, intenté cerrar la tienda, bajar la cortina de hierro, pero Miguel me gritaba que corriera. Eso hice, pero me tropecé porque los tabiques de los puestos iban explotando mientras yo avanzaba. Sólo recuerdo que caí al suelo y mi hijo Miguel sobre mí.

“Después sólo supe que estaba en la Cruz Roja atendida por las heridas que tuve, llegué a urgencias”.

Herlinda está en la cama 48, y sus gritos de dolor pueden escucharse a distancia. “Tuvieron que ponerme clavos en la pierna y el dolor es insoportable”, explica. Médicos y enfermeras y familiares han acordado no explicarle que han muerto, hasta el momento 36 personas por la explosión. Tampoco sabe que su hijo Miguel, que está en la cama 47 en la misma institución, se quemó el vientre en el intento por proteger el cuerpo de su madre. Miguel también ha sido intervenido hasta ahora en dos ocasiones.

“Yo ya no quería que trabajáramos en este negocio de los fuegos artificiales, ha sido muy riesgoso para mis hijos, esta es la tercera explosión que vivimos en el mismo mercado … (de las dos anteriores salimos vivos), pero gracias también a este oficio es que he podido sacar a mis hijos adelante; a ellos les he pedido que sigan con sus estudios, varios de ellos ya no laboran en la pirotecnia pero otros sí, porque es lo único que saben hacer.

“Conseguimos un local cuando el mercado fue construido en el 2001, en aquel entonces se hicieron 300 locales. Nuestro local funcionaba con los permisos de la Secretaría de la Defensa; la supervisión ha sido muy estricta pero yo veía que entraba gente fumando, que los vigilantes no supervisaban bien. A veces o entraban fumando, o prendían cigarros estando en el mercado. Otro de los graves problemas —y del que siempre me quejé— es que entraban niños, y ése no era un lugar para niños. Yo siempre le decía a mis nueras e hijos que no trajeran a mis nietos al mercado. Se los tenía prohibido. Cuando veía a una mujer con un bebé en su local, siempre les decía que los dejaran en una guardería. No ahí, porque ahí hay pólvora.

“Ahora, en esta tercera explosión nos salvamos porque la distancia entre los puestos es anchísima”, dice Herlinda quien también asegura no querer laborar. “Ya trabajé toda mi vida. Lo hice para darles un mejor nivel de vida a mis hijos esperando que no se dedicaran a esto. Algunos de mis hijos lo han cumplido, y ninguno de mis nietos se dedica a esto. Mis padres se dedicaban a la venta de cohetes. Quizá nuestra tercera generación (la de mis nietos) no se dediquen nunca más a la pirotecnia; eso espero.

Mucha gente del gobierno ha venido a verme aquí al hospital y me han dicho que después de esta tragedia no tendré que trabajar más.

“Dicen que me van a apoyar. Estoy cansada y asustada con esto tan horrible que nos ocurrió. No sé ni como explicarlo”, concluye Herlinda con voz muy baja debido a sus pulmones afectados por el humo y polvo que tragó durante una de las tragedias más grandes en el Estado de México. Su local quedó totalmente destruido. Tultepec cuenta con 120 mil habitantes y es reconocido a nivel nacional por su producción pirotécnica. Lo llaman la capital de la pirotecnia.

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