“El sabor de la comida era maravilloso, igual que el maridaje con los vinos, la mesa estaba perfectamente bien montada, el pan era idóneo para la entrada, excelente servicio, cada detalle estaba en su lugar, hasta el cuchillito de la mantequilla, todo embonaba. Luego entré a la cocina y !wow!”, expresa el chef Alfonso Coronado cuando recuerda la primera vez que entró a un reconocido restaurante con dos estrellas Michelín, Zuberoa, de Hilario Arbelaitz.

“Ahí fue cuando me cayó el veinte de que realmente estaba haciendo lo que me gusta, ya estaba en el camino correcto. Porque muchas veces tú estás trabajando y todos tus amigos están en la playa o ya se fueron de viaje a París, pero cuando estuve en ese sitio supe que sí valía la pena, que todo el trabajo que yo estaba haciendo iba a tener una recompensa”, asegura.

Y es que uno de los primeros trabajos de Alfonso fue en el restaurante Los Girasoles en la ciudad de México; supo entonces que quería estudiar gastronomía, pero en el país no existía esa carrera. Por recomendación de un amigo viajó, junto con su hermano y otro amigo, al País Vasco para ingresar a l’Associació d’Oci Inclusiu Sarau.

Allá sus maestros fueron grandes chefs, como Juan Mari Arsak, Martín Berasategui, Karlos Arguiñano, Tello Roteta e Hilario Arbelaitz. Con ellos aprendió las bases, además en sus horas libres, y después de haber ahorrado un poco, iba a cenar a diferentes restaurantes; así llegó a Zuberoa, donde después estuvo como practicante. Además se especializó en charcutería europea, platillos en frío y bufetes.

Círculo virtuoso

Al regresar a México, Alfonso estuvo en varios restaurantes, como Litoral, Fonda Garufa, Aceituna y Torre de Castilla, en éste despuntó como cocinero y se quedó alrededor de cinco años. A la par comenzó a impartir clases de cocina española en la Universidad del Claustro de Sor Juana, Banquetes Ambrosía, Universidad Anáhuac y Le Cordon Bleu. No obstante, descubrió que su creatividad debía estar en la cocina.

Así que inició su propio restaurante y lo llamó Bahía 21. “Empezó como restaurante de mariscos y terminamos haciendo cabrito, cordero, lechón y cortes de carne. Después pasé al Centro Libanés, que tiene varios centros de consumo y todos tienen su reto, además me puedo explayar como chef y podemos servir banquetes hasta para mil 200 personas”, afirma.

Una de sus más grandes satisfacciones es su equipo. “Tener a una brigada de 40 excelentes cocineros que piensen como tú y actúen como tú porque son tus extensiones para que todo salga bien; ellos hacen toda la chamba. Y es un círculo porque hay que tener un excelente equipo, pero también buena materia prima, herramientas adecuadas”, agrega.

Su recomendación para los nuevos jóvenes cocineros es que definan qué es lo que quieren ser profesionalmente. “Al final tienes que plantearte qué quieres ser en la vida.

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