Toda nación es un gran proceso en marcha, abierto al tiempo y a la historia. Las sociedades que la construyen tratan de dejar en ella una huella, una obra material o intangible que se mantenga a pesar del paso de la vida. El cemento que une los ciclos y les da coherencia no es otra cosa que las instituciones. Por eso son indispensables en el sentido, alcance y razón de ser de los países. Algunas poseen un profundo trasfondo, como las universidades, que provienen desde tiempos remotos y son un agente de modernización de las sociedades.

En México la Universidad es una institución antigua y pertinente y, a su lado, academias y organizaciones que dieron perfil e identidad a la nación que surgió de la Colonia. La escuela, como modelo de generación y difusión del conocimiento, fue factor determinante de las diversas etapas de configuración del país.

Sin embargo, lo cierto es que las instituciones de educación superior están poco presentes en la conciencia nacional, no sólo por cuanto son sino por el papel central que tienen en la edificación del desarrollo.

En 2015, la ANUIES inició un despliegue de actividades que corresponden al cambio estructural del país y a la consolidación del andamiaje democrático, lo que ha ido transformando a la Asociación en un interlocutor natural de los diversos órdenes de la vida y ya no sólo del poder público. Las universidades son sitios de excelencia intelectual donde se exploran soluciones pero también donde se anidan la imaginación, la creatividad y la divulgación de la cultura y del arte, los valores de identidad y pertenencia, así como el compromiso de sus integrantes con las comunidades donde actúan.

La mejor inversión es la que se hace en la educación, porque tiene el doble valor de generar capital humano y afianzar la soberanía. El capital humano es el valor agregado que se inyecta a las capacidades de cada individuo en su relación con la productividad. Entre más alto sea el nivel del capital humano más alta será, en consecuencia, la fortaleza de la nación en que se forma.

En los últimos años, el papel de la ANUIES en la vida nacional ha sido intenso y eficaz a través de programas, planes y proyectos orientados hacia las actividades en que se generan políticas públicas en los campos detonantes del desarrollo. Todos los problemas convergen hacia el mal de males que es la desigualdad, y la Asociación ha convocado la actividad de las instituciones de educación superior para ofrecer opciones que favorezcan su solución, lo mismo en materia de incorporación de los jóvenes al aparato productivo que en la profesionalización de los operadores del sistema de justicia penal o en la promoción de una profunda reforma educativa en la educación superior.

En agosto, la Asociación entregó al Presidente Electo una propuesta de cinco ejes de actividad, con una visión de desarrollo hacia el año 2030, afirmada en la renovación y fortalecimiento de la educación superior que permita al país ubicarse como corresponde a una de las primeras 15 economías del mundo, con innovación creciente y con un capital humano comparable, en calidad y cantidad, a los de las naciones más desarrolladas. Es indispensable el proceso de pensar a la universidad y su papel en torno a los requerimientos del desarrollo. Hacia ese propósito está volcada la ANUIES, con su gran fortaleza institucional y con su creciente responsabilidad social. La nación no puede esperar, necesita una educación superior que la conduzca hacia mejores condiciones de bienestar con igualdad y justicia para todos.

Secretario general ejecutivo de la ANUIES

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