¿Realmente logramos una discusión a fondo de las propuestas en materia de seguridad, combate a la corrupción y democracia? ¿Obtuvimos mas información de propuestas y candidatos para emitir un mejor voto el próximo 1 de julio?

Comparto 10 reflexiones después de este primer debate:

1. Se introdujo un formato complejo (imposible de seguir) para dar dinamismo y obligar al intercambio. Estos objetivos se cumplieron, pero no mejoró la presentación de propuestas ni explicar los puntos negativos de los candidatos. Claramente el INE se esforzó y cumplió. Se mejoró lo que había, pero no mejoró la calidad de las propuestas. En ese sentido volvimos a escuchar a los representantes de una partidocracia que juega y simula, pero no arriesga ni se compromete con la ciudadanía.

2. La pelea es inequitativa. Los candidatos independientes no están en las posibilidades de triunfo y llegan al debate como figuras decorativas. Dice Aguilar Camín que es un partido con jugadores de ligas diferentes. Al no tener nada que perder puesto que no tienen posibilidades de ganar, los independientes se aventuran a la sobreactuación, a decir cosas distintas, incluso absurdas.

3. Es una elección que se ha polarizado. Mas allá del espectáculo para efectos mediáticos y de cumplimiento con la equidad electoral, solo hay dos candidatos posibles: López Obrador y Anaya. No sólo representan dos proyectos, sino dos visiones muy distintas de país. Los demás son relleno.

4. El gran perdedor es el gobierno de Enrique Peña Nieto. Hasta los conductores daban por hecho en sus preguntas los saldos negativos del actual gobierno.

5. El candidato perdedor del debate es Meade. Confirmó ser un candidato sin esperanza. Sus dos principales anclas: no poder deslindarse del gobierno mas impopular de la historia contemporánea y no tener propuestas creíbles. Es increíble que su discurso, a un mes de iniciar la campaña, siga girando en torno a su honestidad y a su “impecable” preparación, como si repetir esa idea fuera a cambiar la realidad respecto a su imagen. Además, en el momento de presentar sus propuestas, no se escucha nada nuevo y se le nota poco convincente de lo que dice.

6. AMLO se exhibió como el ganador puntero que no piensa arriesgar. No contestó nada fuera de lo que ya conocemos, ni contestó los desafíos directos que le hicieron: sus ingresos, sus viajes, sus colaboradores corruptos. La razón es sencilla y lo dijo: su amplio margen en las encuestas. En términos absolutos seguramente el debate no lo ayudará, pero difícilmente lo hará perder su ventaja. Aún siendo el candidato que mas propuestas ha hecho, no presentó nada nuevo.

7. Anaya es el candidato que mas puede ganar en el tiempo restante. Utilizó su enorme capacidad para debatir e improvisar, para responder a los ataques sin perder la calma ni el ritmo. Su problema es una alianza difícil de sostener por sus posiciones contradictorias, y una personalidad fría que no acaba de convencer y de conectar con un enorme número de mexicanos. En ese sentido parece un candidato que pelea los votos de los otros candidatos, de partido como Meade, o de los independientes.

8. Siguen dos debates más que, hasta donde se sabe, también presentarán innovaciones en el formato. Ojalá y ahí se logre construir un intercambio donde arriesguen a decir cosas nuevas y explicar sus contradicciones y obscuridades.

9. Parece que los votantes, sólo con la excepción de los auténticos indecisos (grupo mucho menor al que aparece en las encuestas, pues muchos de ellos saben su voto pero no lo quieren dar a conocer) ya decidieron su voto. La polarización se evidencia con un votante ya comprometido emocional, mas que racionalmente. Leo y escucho frecuentemente argumentos cargados de prejuicios y lugares comunes como “Venezuela”, o “Echeverrismo” que simplifican y no explican nada.

10. Finalmente, el gobierno está en una encrucijada. El debate demostró el peor de sus mundos, la falta de un candidato con posibilidades de remontar. Ya las encuestas lo dirán con mayor precisión, pero parece que hay enorme coincidencia entre la opinión pública. A dos meses de la elección, el gobierno no puede cambiar, por lo que parece tener dos opciones: pactar con alguno de los candidatos punteros ofreciendo apoyo a cambio de protección y hasta algunas posiciones, o bien el camino del fraude, la simulación, la manipulación de las instituciones (como el Tribunal Electoral) y quizá, hasta la violencia.

Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM

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