Como cada año, el prestigiado semanario estadounidense Time elige a un personaje para ser su Hombre o Mujer del Año. Lo hace por su relevancia en los doce meses que anteceden la designación, pero no es propiamente un premio: algunos de los elegidos en el pasado han sido Adolfo Hitler, Josef Stalin, el Ayatola Jomeini o, más recientemente, Donald Trump. La revista hace explícitos sus criterios: quien más haya influido, para bien o para mal.

En esta ocasión los seleccionados son periodistas. Un reportero y columnista saudí, brutalmente asesinado en el consulado de su país en Turquía. Un colectivo de reporteros cuyos colegas fueron baleados en la sede de su periódico en Annapolis, persevera en su labor periodística y mantiene funcionando a The Capital Gazette. Una activista filipina, hostigada y acosada por el gobierno de Rodrigo Duterte por su incansable labor de difusión y denuncia. Dos periodistas encarcelados en Myanmar por informar acerca de la sistemática persecución y matanza de un grupo étnico musulmán conocido como los Rohingya.

Time los define y describe a la perfección en su portada como “Los guardianes y la guerra contra la verdad”. Y es que esto nos mete al tema de lo que alguien (me parece que la revista alemana Der Spiegel) bautizó hace unos años como la era de la posverdad.

Hoy en día, la tecnología ha puesto al alcance de todos las más variopintas fuentes de información, con muy pocas herramientas para poder distinguir entre las que son o no serias y verídicas, las que tienen o no estándares éticos o profesionales. Usted se mete a su dispositivo electrónico, querido lector, y encuentra de todo en todos los formatos posibles: redes sociales, paginas web, apps, medios tradicionales, listas de correo electrónico; lo que a usted más le llame la atención y más fácil le resulte de accesar puede ser “su” fuente principal de información.

Pero así como tenemos más opciones a la mano que nunca, también hay quienes con una mínima inversión económica y de recurso humano se convierten en “publicaciones” que nos cuentan su propia versión de los hechos y que difícilmente podemos distinguir entre sí. El concepto mismo de las fake news o noticias falsas que tan de moda se puso durante la campaña electoral estadounidense o la mexicana es hoy omnipresente, y cada día más personas recurren a fuentes informativas verdaderamente patéticas, a las que además les creen.

Los verdaderos periodistas e informadores son cada vez más escasos, más valientes y más valiosos. Y es por ello que el reconocimiento que les hace Time es, aunque simbólico e incompleto, digno de replicarse.

Quienes luchan por dar a conocer las verdades incómodas son siempre objetos de hostigamiento y marginación. La vieja frase de “no mates al mensajero” aplicaba no sólo a los emisarios del enemigo, sino a quien se atrevía a llevarle al monarca malas noticias. No en balde era admirado aquel gobernante que se esforzara por conocerlas y por salir del estrecho círculo de información presentado por sus más cercanos colaboradores.

Hoy siguen tan presentes como nunca las amenazas y restricciones a la libre difusión de noticias, información y opinión. Se presentan de muchas maneras y no siempre conducen a la cárcel o a la muerte, pero eso no quita el riesgo que corren los comunicadores que se ven espiados, investigados, presionados, hostigados, perseguidos por gobiernos, fuerzas políticas y religiosas, criminales y/o fanáticos de todo tipo.

¿Qué podemos hacer nosotros? Premiarlos diariamente con nuestra lectura, con nuestra audiencia. No caer en la condena o la descalificación fácil, la calumnia o la injuria que generalmente favorece al más fuerte y deja aún más vulnerable al débil. Reconozcámonos en ellos y ellas, en la necesidad de las voces discordantes, las noticias que inquietan, las revelaciones que escandalizan, porque sin ellas no se construye una democracia plena ni una sociedad justa.

Así, de ese tamaño, la necesidad que tenemos de contar con nuestros propios Guardianes. A ellos, a ellas, mi admiración y respeto en donde se encuentren.

Analista y comunicador.
Twitter: @gabrielguerrac
Facebook: Gabriel Guerra Castellanos

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