Creada hace tres décadas como un espacio para que el gobernador en turno viviera con su familia, la Casa Veracruz sufrió los toques personales de seis mandatarios y acabó convertida en un símbolo de cercanía con la gente, pero también del poder político e, incluso, de los abusos oficiales.

Fue el gobernador Fernando Gutiérrez Barrios (1986-1988), conocido como el Hombre Leyenda, quien adquirió una residencia en la colonia 2 de Abril de esta ciudad de Xalapa para destinarla como morada de quien ejerciera el poder político en Veracruz.

La vivienda estilo californiano, que se encuentra a las afueras de la capital, se fue acoplando a los modos muy particulares de los mandatarios estatales, quienes agregaron terrenos y espacios hasta transformar en lo que es hoy: un conjunto de tres áreas edificadas; en una, la casa oficial; en otro, oficinas y salas de juntas, y en el tercero, un gran salón y sala de cine, todos ellos rodeados por jardines.

Los vecinos disfrutaron de la quietud durante el paso de Gutiérrez Barrios y Patricio Chirinos (1992-1998), quienes ocuparon la residencia como domicilio; también participaron en las verbenas populares que en diciembre organizaba la esposa del gobernador Dante Delgado Rannauro (1988-1992), quien incluso invitaba a habitantes de varios barrios para convivir.

Pero también vieron la transformación que le dio Miguel Alemán Velasco (1998-2004) en un espacio alterno administrativo del Ejecutivo, donde lo mismo sostenía encuentros oficiales que daba conferencias de prensa los lunes con una fuerte seguridad que vigilaba el ingreso a la recién bautizada Casa de Gobierno, la cual tenía un logotipo parecido a la de la Casa Blanca.

La intensa movilidad y puertas abiertas que imprimió Fidel Herrera Beltrán (2004-2010) fue uno de los sellos que más recuerdan los vecinos, quienes en las fiestas de fin de año eran invitados a comer antojitos mexicanos, mientras los periodistas disfrutaban de los juegos del mundial de futbol en la sala de cine.

De ahí los colonos enfrentaron y sufrieron la decisión de Javier Duarte de Ochoa (2010-2016) de convertir la Casa Veracruz en su búnker: elevó las paredes, colocó mallas electrificadas y adquirió propiedades alrededor para atiborrarlas de personal de seguridad e impedir el acceso a cualquier persona.

Hoy la residencia oficial está tomada por alcaldes, diputados y dirigentes del PAN y PRD, así como seguidores del gobernador electo —el panista Miguel Ángel Yunes Linares—, quienes desde el 6 de noviembre mantienen una huelga para demandar el pago de participaciones federales. Es la primera vez, en tres décadas, que el recinto oficial es tomado por inconformes.

Le ponen su toque

“Con toques personales que cada uno le fue dando fue tomando una forma distinta la casa”, relata el cronista de la ciudad Vicente Espino Jara, quien asegura que Casa Veracruz debería significar una política de austeridad.

De los seis gobernadores que tuvieron a su disposición la residencia oficial —todos con orígenes priístas—, cuatro la habitaron de manera total: Gutiérrez Barrios, Delgado Rannauro, Chirinos Calero y Herrera Beltrán; por el contrario, Miguel Alemán vivía en sus residencias de Xalapa y Boca del Río; en tanto que Javier Duarte combinaba el recinto oficial con sus domicilios en esta ciudad y en el puerto de Veracruz.

“Con la madurez política que tenía Fernando Gutiérrez Barrios se consideró la necesidad de un domicilio permanente; adquirió esta propiedad con la finalidad de que gobernadores tuvieran un domicilio fijo y que sexenio tras sexenio se realizaran actividades del gobernador en el entorno familiar”, narra.

Los dos años que fue gobernador —antes de ser designado secretario de Gobernación— Gutiérrez Barrios habitó la residencia y lo hizo con austeridad, como era la característica del Hombre Leyenda, llamado así porque siempre tenía en la memoria a sus amigos y también a sus enemigos, también por tener —según los historiadores— “mano de hierro con guante de terciopelo” en su paso por la temida Dirección Federal de Seguridad y en la Segob.

Se recuerda con afecto al gobernador interino Dante Delgado Rannauro, cuya esposa llamaba a los habitantes de los barrios cercanos para convivir en verbenas populares e integrar la casa con los vecinos. Aquellos momentos siguen presentes; sin embargo, pocos se acuerdan que fue encarcelado y que encabezó una de las principales fracturas al interior del PRI al abandonarlo y fundar un nuevo partido.

Patricio Chirinos, agrega el cronista, fue un gobernador austero y le fue muy cómodo utilizar la casa los seis años con su familia, la cual no tuvo grandes modificaciones: “Sabíamos que era la casa donde vivían los gobernadores y tenían a muchos vecinos”.

Chirinos, amigo personal de Carlos Salinas de Gortari, es considerado como uno de los mandatarios más austeros porque que no realizó modificaciones a la vivienda que habitó a lado de su esposa Sonia Sánchez de Chirinos. En cambio, Alemán Velasco, rememora, empieza a transformarla y entonces se vuelve una oficina del gobernador: empieza a tener esas características de ser un espacio alterno administrativo donde el Ejecutivo tiene reuniones de trabajo.

“Se mejora el nombre y se hace eslogan sufriendo patrones latinoamericanos y norteamericanos de un óvalo dentro de la casa... como la Casa Blanca, ahora se va a llamar Casa de Gobierno; se empiezan a adquirir propiedades contiguas y le van dando una mayor dimensión y otros accesos”, relata.

El también hijo del ex presidente creó el auditorio y embelleció la arquitectura, fachada e incorporó patrimonios culturales para decoración a través de cuadros y obras de arte del acervo del gobierno estatal.

Eran toda una tradición sus conferencias de prensa de los lunes a las siete de la mañana, con todos sus secretarios de despacho presentes, quienes se reunían en las nuevas áreas de oficinas con muebles modernos, pero también con una seguridad discreta que llevaba el registro de todos los ingresos.

Con la llegada del populista Fidel Herrera Beltrán, la residencia cambió de nombre a Casa Veracruz y las puertas se abrieron de par en par. “Tuvo otra faceta que va de acuerdo con la personalidad de los gobernadores; hubo una movilidad intensa, desayunos, reuniones, cenas, actividades y se siguen comprando propiedades colindantes como espacios para personal de seguridad”, agrega el cronista.

Eran usuales las fiestas populares en los jardines de fino pasto que había colocado la administración alemanista, a lado de los pavorreales adquiridos en la administración pasada, también eran cotidianos los festejos de sus cumpleaños e incluso las quejas de su esposa Rosa Borunda porque, según ella, metía a cualquier persona a la casa que habitaban. Frecuentes eran las reuniones en el gran salón que bautizó como Yanga, en honor al negro que encabezó una rebelión en la zona montañosa central de Veracruz. También invitaba a comunicadores a disfrutar los partidos mundialistas en la sala de cine. Era una fiesta constante.

Duarte, la cereza del pastel

“Con Javier Duarte hay una adquisición impresionante de manzanas que rodean la casa, y que son propiedad del gobierno, para instalar oficinas y mucho personal de seguridad… se acabó esa parte de armonía ciudadana que muchos habitantes disfrutaron”, relata Vicente Espino.

Duarte de Ochoa elevó las paredes que rodeaban la residencia gubernamental, colocó mallas electrificadas y selló completamente con seguridad la residencia.

En la parte baja habilitó oficinas y centros de información a lado de su esposa Karime Macías de Duarte, quien contaba, para su equipo de trabajo, con amplios espacios modernos.

“Con Dante eran las posadas en la noche... los vecinos participaban; con Fidel hubo una gran interacción con los vecinos y vino perdiendo ese sesgo de integración comunitaria de la colonia 2 de Abril, se volvió un cerco imposible de transitar, era una fortaleza sitiada por custodios y policías, y eso generó en el ánimo de los habitantes disgusto e incomodidad”, dice.

Cuando supo que había perdido las elecciones el pasado 5 de junio, a manos de su acérrimo enemigo Yunes Linares, Duarte propuso al Congreso del estado donar Casa Veracruz a la Comisión Estatal de Derechos Humanos, pero ante el rechazo generalizado, al final desistió.

Luego vino su destierro. Solicitó licencia para separarse del cargo y a las pocas horas fue considerado un prófugo de la justicia al ser señalado por presuntos delitos de delincuencia organizada y lavado de dinero.

Hoy, los presidentes municipales del PAN y PRD, así como los seguidores del gobernador electo Miguel Ángel Yunes Linares tienen en sus manos Casa Veracruz como una forma de presionar a que se les paguen las participaciones federales que les adeuda el gobierno estatal.

El movimiento de los alcaldes inició con la toma del Palacio de Gobierno, que no había sufrido una intervención similar desde 1927, cuando por órdenes del presidente Plutarco Elías Calles el Ejército Mexicano tomó la sede del Poder Ejecutivo para expulsar al entonces gobernador Heriberto Jara Corona.

Después de este recinto, los munícipes siguieron con Casa Veracruz para demandar el pago de 2 mil millones de pesos; además, amenazaban con también apoderarse de la Secretaría de Finanzas y Planeación, pero fracasaron.

“Tomaron Casa Veracruz porque representaba el símbolo del abuso”, consideró el cronista, quien espera que el gobernador electo siga la tradición “y que no haga caso de malas vibras, que la habite y la dignifique”.

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