Julio. Llueve ligero. Johny sabe de tormentas. El pescador usa su conocimiento para recolectar jaibas y predecir catástrofes por el clima. Hoy sabe que llegará a casa bien, aunque los truenos retumben. Desde hace un año se ha vuelto más inseguro. Él, Johny, de 49 años, piel color avellana, un metro con 60, menudísimo: 50 kilos de huesos, saluda a dos forasteros que piden alojo desde su lancha, su mayor tesoro material.

Se siente enfermo de todo, le duele mucho el cuerpo casi las 24 horas del día, pero resiste. Nada lo calma, a veces un jalón: “¡Laaargo de chiva!”.

Opio, heroína, negra, chiva, así conocen los pescadores de este pueblo a eso que descompuso la cotidianidad. No sólo aquí, cuentan, también en otras comunidades vecinas de la franja de playas desde inicios de los 90. Destinos predilectos para el descanso, son lugares donde a diario hombres luchan para dejar de consumir.

Chiveros o chivos, así llama la gente a los cuerpos flacos de mejillas tan pegadas a la piel que con la risa se les ven agujereadas. Llevan paso lento con ropa sucia, igual que piernas y brazos, dicen que no resisten meterse al agua.

“Como si el fuego les quemara la piel”, síntoma causado por la malilla o síndrome de abstinencia: les dan ganas de morirse si no fuman o inyectan chiva, que se elabora a partir de los desechos de la goma de opio.

Huele a tierra mojada. El paisaje de la laguna es una mezcla de verdes. Manglares contornean el lago y se escucha el sonido de las aves. Fauna abundante y colorida. En un pedazo de tierra firme se alzan como flores de otro planeta los hongos San Isidro, cuenta Johny que “dan viajes celestiales y son liberadores”.

Faltan pocos días para vacaciones, hay poca gente. La playa huele a comida todo el tiempo, también con frecuencia pasean pescadores como Johny, Fello, Pilinqe, Polo, atrapados en “la heroína”. Sonrientes, serviciales, desean que la gente confíe en ellos a pesar de su aspecto raído. Calculan ser más de 300.

La Secretaría de Salud desconoce que haya colonias o comunidades enteras inmersas en un problema de adicción. Según sus datos son más los consumidores de marihuana, solventes e inhalantes y cocaína, que de heroína y chiva en Guerrero. La dependencia atiende en lo que va del año a 16 adictos a la heroína, 50% de los consumidores están en etapa de experimentación y no tienen un arraigo. Detectar este tipo de problemas en grupos es una tarea difícil. “Imposible cuantificarlo”.

Johny sabe que tiene una adicción, pero dice que no es “suya, suya”, se la impusieron porque en Guerrero hace 20 años no había. Hoy está como sus otros amigos, quienes buscan trabajo porque necesitan chiva para sobrevivir y dinero para compararla. Con 50, 100 pesos: “¡La hacen gacha!”. Para ellos no es una droga y ya, y no son delincuentes por necesitarla, es su gasolina.

Atrapados

Jonhy nació en la playa. A los 13 años probó la marihuana y desde que la fuma no ha sentido una dependencia como con la chiva. Ésta tiene 10 años consumiéndola, o ella consumiéndolo a él. Conoció la droga en San Diego, California, en los 90.

Desde los dos años camina arrastrando el pie izquierdo, huellas de la poliomielitis que lo atacó. Se siente un guerrero porque su condición no le impidió realizarse en nada, es padre de dos hijas que ama, fue a San Diego a trabajar en la construcción, ha sido pescador de jaibas y parguitos que llevaba a su mujer para vender en el mercado. Johny es un navegante, tiene una tarjeta marítima que le da ese rango. Panguero de corazón, solidario.

Recuerda que fue un hombre de físico fuerte, un líder natural organizador de pescadores, participativo. En su comunidad, presume, nadie se le ponía al brinco. Pero todo cambia y cada vez se siente más vulnerable, solo. Como si sus amigos y familia no vieran que es el mismo Johny, aquel dicharachero y buen camarada.

Sin pruebas, culpa al gobierno de hacerse de ojos de hormiga y enviciarlos: “Vinieron los de la sierra así de fácil: ‘Pruébenla, que para ver la calidad y mandarla al otro lado. Ese fue el pedo, wey. Nos dejaron las sobras, lo más culero… Aquí no hay centros de salud y cada vez, ves a más raza, chavitos picándose en cualquier pedazo de vena esa madre. Es el gobierno quien nos quiere dividir, que no opinemos, que estemos apendejados”.

Desde hace 30 o 35 años fuma marihuana, pero con la chiva es distinto, en la playa poco a poco cambiaron la yerba por el opio de muy baja calidad. Algunos pescadores les transmitieron el vicio a los hijos. Muchos regresan de San Diego, California, enviciados. “Con los primeros gramitos quedan súper atrapados”.

Johny siente doble pena: el rechazo de su familia o que lo vean inferior, y no poder dejar la droga con facilidad. Usa el pantalón ajustado con un lazo, porque ningún cinturón le aprieta la cintura que mide unos 40 centímetros. Sus piernas nadan en la mezclilla.

Con el machete parte los cocos y se toma el líquido de un jalón. Lucen sus brazos, aunque delgados, torneados: en el derecho, impregnado un tatuaje con la estrella de David y la “J” de Johny, es una anécdota que le da risa porque él mismo lo hizo con tinta china.

El estómago de Johny se infla de inmediato. Antes había desayunado huevos a la mexicana y un par de cervezas. Tenía tres días antes de ese almuerzo sin probar bocado. Cuando anda en la chiva, apenas come mangos e icacos, frutos de la playa que lo han mantenido en pie. Si gana una lanita, va directo para la dosis.

—La dejé hace tres años y luego otra vez fumé de a cada 15 días, y me clavé hasta ahorita. De veras yo nunca me he picado, eso de allí andar como Guti, El Chilo, está cabrón. ¡Se inyectan a donde se encuentran vena, wey, y ese sí es un pedo muy culero!, ¡ah, decía! Sí, llegaban esos vatos. Empezaron primero los gringos, porque esta mierda todos los que nos fuimos al norte, la conocimos allá por ellos. No creas que es algo de aquí nativo. No. Son las sobras de la heroína, pero sí es.

Daño sin cuantificar

Guerrero es el principal productor de goma de opio del país. De acuerdo con un informe entregado a El UNIVERSAL por una solicitud de transparencia, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) confiscó de enero de 2006 a octubre de 2015, 77 mil 130 hectáreas de amapola, de donde se extrae la goma que se convierte en heroína, lo que supera al territorio estatal, 64 mil 281 hectáreas, por más de 12 mil.

Pero la Secretaría de Salud desconoce el consumo de chiva en varios puntos del estado. Isaac Ibáñez, coordinador de las Unidades de Especialidad en Adicciones, habla de la atención de apenas 16 casos de adictos a heroína. “En Chilpancingo, ocho. No son pacientes de planta en sus unidades operativas, que son 11 en todo el estado. El 50% va a consulta porque está en etapa de experimentación”. Otro inconveniente, su presupuesto limitado, 3 millones de pesos, en comparación con entidades como Jalisco que reciben 100 millones de pesos.

“No hay estudios al respecto, porque no hay investigación, aún con lo importante que es la amapola para Guerrero, pero sí va en aumento la adicción”, admite. Dice que hace seis años reportaron un caso y a la fecha van 16. La dependencia atiende a 12 mil adictos, pero al alcohol marihuana y cocaína, casi todos.

El doctor reconoce que de chiva conoce poco. No sabe, por ejemplo, que se pueda fumar porque sólo han encontrado goteros. Declara que en 2015 atendieron a dos turistas de la Ciudad de México.

Explica que para “llegar a la chine white, la forma de heroína más pura, se extrae la goma de opio de la sabia de la planta. Se utiliza el método de arrastre de vapor, colocan las gomas en depósitos y se destila hasta obtener pureza molecular, el principio activo de la sustancia. Entre más destilaciones tenga y arrastres de vapor, será una heroína mejor”.

Deja claro que puede ser un efecto placebo el que sienten los consumidores porque no les consta que tenga el famoso fentanilo, un opioide más poderoso que la morfina. La dependencia sospecha que el “chaine” que han encontrado es de muy bajo costo y está elaborado con desechos de la goma de opio. Los pacientes de Ibáñez han encontrado el gotero hasta en 35 y 50 pesos, sobre todo en el zócalo de Acapulco.

El consumidor, explica, no prueba heroína pura, pero sí resiente toda la sintomatología. En esos preparados se ha encontrado arsénico, talco y otros productos, por ejemplo, paracetamol. La secretaría está aplicando un “protocolo de acción preventiva” para que no se consuma heroína. Las campañas se realizan en las secundarias y abarcan a jóvenes de 12 a 19 años.

El consumo de chiva va asociado al lugar. En esta zona de playas los consumidores aseguran que son más quienes la fuman, porque así la conocieron: colocan la bolita hecha heroína con restos de goma de opio combinados con analgésicos batatos como el paracetamol, arsénico y talco, entre otros químicos que salubridad ha detectado, encima de un pequeño pedazo de aluminio bajo el cual la queman.

La tormenta no fue tan fuerte

Su cuerpo, enjuto, expuesto, tiritaba a décimas por segundo. Cada vez más rápido y en lapsos de más tiempo. Fumó poquito. Mismo ritual: encendedor abajo del aluminio con la bolita negra en medio. Aspiró lo más que pudo de un jalón. Regresó a su cama de arena, arropado por una fina cobija. Frío y más frío. Siempre que quiere dejar de fumar el frío es lo que más le rebota los oídos.

La vida se le viene como una película: cuando le dieron el documento como si hubiera terminado la escuela. No tenían recursos en su casa. La red de su papá, también pescador, él fue niño explorador a su modo rústico. Se iba de campamento con ellos y aprendió que un nudo te puede salvar la vida. Se acordó de su esposa, sus hermanos y sus hijas que siempre lo han apoyado. Se vio la delgadez en el cuerpo, lo negro en los dientes, se dijo: “¿Este es el Johny?, no soy mala persona”.

Fue a vender su panga, le dolió mucho, fueron mil 500 pesos para irse a la Ciudad de México, pero los recibió. Se acordó que cuando vio su película también estaban los demás inyectándose en la ingle, la entrepierna y en las encías. Dijo: “¡Ya no!”.

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