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Una valla de hombres y mujeres se interpone en el paso de los vehículos que abandonan el complejo Pajaritos. La tensión es evidente. Los ojos de las familias de los desaparecidos por la explosión se dirigen a la cajuela y a todos los espacios donde pueda caber el cuerpo de una persona.

La creencia popular es que los restos de algunos de los 28 muertos y de otros que supuestamente no han sido reconocidos oficialmente están siendo sacados en vehículos para ocultar la magnitud de la tragedia.

Los audios, las fotografías y los mensajes en redes sociales y WhatsApp sobre el ocultamiento de la tragedia y muerte de obreros son la constante en esta región, acostumbrada a los rumores.

Cada vez que un vehículo compacto, camioneta o camión pesado abandona Pajaritos, los ánimos, las pasiones y el dolor se encienden al máximo hasta hacer detener las unidades, bajar a los ocupantes y realizar una revisión exhaustiva.

La organización es espontánea. Se juntan dos o tres personas y deciden impedir la salida de las unidades y entonces se unen los demás para verificar si en cajas o debajo de asientos llevan escondidos cadáveres.

Al acceso interno al complejo, grupos de personas con parientes desaparecidos —en menor número a los registrados el jueves— se hacen presentes para buscar a los suyos y realizar la tarea de reconocerlos.

Sólo un integrante de una familia ingresa a las instalaciones que han sido habilitadas como servicio forense para reconocer a los suyos con alguna marca especial, pues muchos de los fallecidos quedaron completamente calcinados.

En el complejo hay menos personas buscando a sus parientes, porque el jueves se avanzó en las tareas de reconocimiento de los restos; sin embargo, la diferencia es que provienen de otras regiones del país.

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