En el patio las gallinas ni cacarearon y la perra no ladró. En Laguna del Rey la madrugada del domingo 4 de octubre era como todas las madrugadas después de un baile: música y alcohol en la sangre que acentuaban la oscuridad del pueblo escondido en el poniente de Coahuila, al norte de México; en el desierto.

Juanita Grado y sus dos hijos —Karín y Génesis, de cinco y dos años— dormían profundamente.

Juanita se despertó y no vio a su esposo, Karín González, de 37 años, albañil, con gusto por el mole y adorador de la Santa Muerte, quien la noche anterior se había ido a bailar.

“Debe seguir en la fiesta”, pensó la mujer. Miró la sala vacía y sin rastro del hombre con el que llevaba 12 años de casada. Recordó que cinco meses atrás a esa hora, cuando ella daba de comer a las gallinas y a la perra, Karín entró al patio como sombra, mareado en alcohol y cargando la pena del suicidio de su sobrino Jaziel.

Dos horas después se enteró que a un kilómetro de donde el sobrino se había ahorcado, Karín pendía de un lazo colgado a una tarima.

Laguna del Rey tenía la víctima seis de suicidio en menos de 10 meses. Los lugareños seguían de fiesta.

Laguna del Rey. Esta comunidad perteneciente al municipio de Ocampo, representa la zona con la mayor tasa de suicidios en el mundo. Desde el 21 de diciembre de 2014 y hasta el 4 de octubre pasado, este pueblo, de 4 mil habitantes, ha registrado seis suicidios, una tasa proporcional de 133 suicidios por cada 100 mil habitantes: 11.6 veces más que la media mundial (11.4) y 26 veces más que la media en el país (cinco), según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Seis hombres, cuatro menores de 21 años, uno de 47 y otro de 37, se han ahorcado en este lapso, situación que ha desencadenado todo tipo de especulaciones: alcoholismo, desintegración familiar, falta de empleo y una creencia en la brujería, son los principales “culpables” de esta problemática para los lugareños.

El fenómeno llevó a la Universidad Iberoamericana de Torreón a realizar una investigación titulada Suicidios en Laguna del Rey: la percepción juvenil, donde saltan datos relevantes: de 408 jóvenes encuestados, 15% de entre 15 y 18 años, admitieron tener un antecedente familiar suicida; dos de cada 10 dijeron que al menos un familiar había intentado suicidarse; tres de cada 10 confesaron haber tenido algún pensamiento suicida, y cuatro de cada 10 se han imaginado sin vida.

Jorge Márquez Gurrola, psicólogo del Desarrollo Integral de la Familia (DIF) de Ocampo, en pláticas con jóvenes de esa comunidad, ha detectado al menos a 10 con algún rasgo suicida, la mayoría hombres. Considera que son factores esenciales la falta de empleo y de dispersión.

Sergio Garza, investigador de la Universidad Iberoamericana y cabeza del estudio en Laguna del Rey, dijo que en la comunidad “no hay oportunidades de desarrollo educativo. Aunque mayoritariamente no se ve interés de hacerlo porque se observan cómodos”. Añade que la poca proyección hacia el futuro implica fenómenos como las consolidaciones de relación de pareja a muy temprana edad.

Otro resultado revelador es que nueve de cada 10 estudiantes creen que “brujas” influyen positiva o negativamente en el comportamiento de los habitantes y 48.6% cree que una secta está castigando a la comunidad.

Los antecedente suicidas. La vivienda de Sanjuana Vázquez es húmeda y con muebles viejos; hay una cama, un televisor y cerros de ropa apilados en un sillón arañado por el tiempo.

“Mis papás todo le permitían”, se excusa Sanjuana a bote pronto.

La madrugada del 6 de marzo de 2015 se suicidó Joel, de 19 años, en casa de sus abuelos —a dos viviendas de la de su madre—, en la colonia Chulavista, en la Chula, como le llaman.

Sanjuana quedó embarazada muy joven, pero su pareja, Aurelio López, negó al hijo y huyó.

Joel se crió con sus abuelos. Abandonó los estudios en el primer año de secundaria, le gustaba el rap; llamaba a Sanjuana por su nombre y la veía como a una hermana mayor.

A los 10 años, Joel conoció a su papá, quien lo procuraba ocasionalmente. Cuando tenía 13 años entró a la casa de su padre y lo halló colgado. Se había suicidado. Después se suicidó un tío (hermano del papá); un primo también siguió sus pasos.

A partir de esos hechos, Joel amenazaba constantemente a la familia con hacer lo mismo. El joven no trabajaba ni estudiaba. A veces ayudaba a un amigo a vender elotes a cambio de 20 pesos.

“Me pedía dinero, no le daba y me decía que se iba a matar. Le escondía los lazos por el miedo. Unas semanas antes yo tenía mucho miedo, me daba miedo ir al patio, a los tendederos. Presentía eso de tanto que me amenazaba, que me chantajeaba. Ahora me preguntan que por qué no lloro y yo les digo que como que me fue preparando”, dice Sanjuana.

La noche que Joel tomó la decisión andaba alegre y la madre olvidó esconder los lazos. El muchacho se encerró en su cuarto en casa de los abuelos. Subió el rap a todo volumen. Su abuela escuchó abrir y cerrar una puerta. En unos segundos otra vez lo mismo, como si alguien hubiera entrado y después abandonado el dormitorio.

La abuela se acercó al cuarto: “Bájale”, gritó, pero nadie atendió.

Entonces entró y vio a Joel colgado de una viga. Estaba medio hincado —como si hubiera estado escribiendo— describe el padrastro. Como si alguien lo hubiera empujado.

En el suelo se hallaba un bote de cerveza vacío y otro lleno.

Sanjuana no entiende cómo, con tan poca altura entre el tendedero y el suelo, su hijo no reaccionara o no buscara enderezarse. “Le dije a mi señor: ‘se me hace que vinieron y lo mataron’. Aparte mi mamá oyó la puerta dos veces. Estoy con esa idea pero le voy a dejar las cosas a Dios. No estoy segura”, dice.

El padrastro de Joel piensa igual. Afirma que los suicidas se han ahorcado de lugares con poca altura; que lo normal sería reaccionar cuando calara en el cuello. Vecinos comentan lo mismo. Creen que alguien “los ayuda”. Por la forma como se encuentran no es normal, algunos casi hasta parados.

Y esa supuesta ayuda, dice la gente, proviene de un poder maligno. La gente en Laguna del Rey rumora que en la sierra hay una cueva de brujas donde supuestamente están las fotografías de las personas que se suicidarían.

La mayoría habla de que hay seres —hombres o mujeres— vestidos de negro que fueron vistos antes del suicidio de un habitante.

Comentan, inclusive, que cuando se suicidó Joel vieron al demonio entrar en el cuarto. Unos más rumoran que serán 16 los ahorcados y que con esa cantidad se formará una cruz; la última persona suicida será una mujer.

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