estados@eluniversal.com.mx

Es una noche en la que dos amigas van a tomar café. El momento, uno de los últimos del día, es relajante. A esa hora y con una tranquilidad que abruma, nadie se imagina que un hombre será asesinado con armas de grueso calibre.

El suceso se registra el lunes pasado a las afueras de una cafetería de la avenida Alemán, donde hay otros cuatro restaurantes; los negocios de fayuca ofrecen las películas más taquilleras en Blu-Ray. El sonido estridente de combis de la adyacente avenida Álvarez es monótono. Una cálida brisa invernal interrumpe una plática precisamente sobre la violencia.

Luego de las primeras ráfagas confundidas con cohetes, queda un frío silencio en todos los presentes.

—¡Ratatatata!, ¡ratatatata!

—¿Son cohetes?, dice Laura a su acompañante, porque la avenida Alemán, donde departían en el centro de Chilpancingo, está muy cerca de le iglesia de San Francisco. Probablemente algún festejo religioso del 23 de noviembre las está sorprendiendo bebiendo un té relajante.

-¡Ratatatata!, ¡ratatatata!, ¡ratatatata!, ¡ratatatata!, ¡ratatatata!, ¡ratatatata!; ya no hay duda eran balas ¡y de un arma potente!

Un fuerte sonido que incluso calló al del bullicio de la parada de combis, hizo que ambas amigas, junto al dueño del local, se metieran en la cabina donde se sirven las infusiones.

Amontonados los tres en el pequeño espacio quedaron en silencio casi un minuto. No se veían. No se decían nada. El miedo, que muestra las intermitencias de la vida, se trepaba en forma de escalofríos al cuerpo. Los ojos de las tres personas perfectamente abiertos como si con ellos quisieran, además de ver, escuchar mejor.

Eran las 21:50 horas de un lunes que parecía muy normal, cuando un hombre, que se dedicaba la venta de discos pirata en esa avenida, falleció en el frío asfalto a un lado de una carretilla de fruta. Las ráfagas —más de 10— no dañaron los amarillos mangos, como Laura pudo ver desde la azotea. Pero sí dejaron dos orificios grandes a una casa de dos plantas de la que huyeron unas tres mujeres.

Después de unos minutos, los refugiados, que en ese momento pensaron que podrían estar en medio de la guerra en cualquier otro país, menos México, sintieron tan cerca la muerte que no se atrevieron a opinar rápido. Subieron a una azotea. De allí se observaba a los comensales de un famoso restaurante de hamburguesas, igual que ellos, escondidos y callados.

Tétrica escena. Lo ocurrido entre las calles Pedro Ascencio y Miguel Alemán, les dolió. ¿Cómo puede la delincuencia hacernos esto?, ¡No hay ninguna garantía ya para nadie con tanta violencia!, decían, pensaban.

Un grito, al que nadie atendió, al menos no de pronto, resonaba: ¡Una ambulancia!, ¡una ambulancia!, algunos vecinos quisieron llamar al 066, pero al menos en esa azotea, nadie lo hizo. Un joven de unos 25 años, junto con una mujer, gritaban, lloraban con fuerza: ¡No puede ser!

En la banqueta de la esquina donde se baja a la iglesia de San Francisco y hay una lona del “Vecino Vigilante”, un programa ciudadano contra la inseguridad, quedó un hombre de unos 35 años y de quien la Fiscalía General del Estado (FGE) no ha informado si investiga su muerte.

La Secretaría de Seguridad Pública (SSP) explicó que hombres armados con rifles AK-47 esperaron al hombre en esa esquina de la calle Pedro Ascencio para asesinarlo.

Fueron más de 10 ráfagas. Luego la avenida quedó invadida de efectivos de la Fuerza Estatal, Policía Federal, el Ejército, policías estatales de tránsito; además, una ambulancia de la Cruz Roja que luego se retiró cuando los paramédicos detectaron que el hombre murió casi de manera instantánea.

Los meseros del restaurante de hamburguesa cuentan que les dio miedo los federales que ingresaron a catear una casa; también el sonido que pareció subido en altavoz para sus oídos. Ayer todo fue igual de normal, un martes tranquilo, sí abrieron los negocios pareció que no pasó nada.

En Chilpancingo, según el índice de Paz en México, el aumento de homicidios aumentó desde 2011, es para la organización, después de Culiacán, una de las ciudades más peligrosas y sólo tiene 300 mil habitantes.

Laura y su amiga se fueron a sus casas con mucho temor. El cuerpo del hombre, que se suma a unos siete en la ciudad desde que inició el gobierno de Héctor Astudillo Flores a finales de octubre, quedó expuesto más de cuatro horas cubierto con una manta.

Las mujeres nunca van a olvidar que después de las ráfagas una camioneta, o así sonó, se arrancó muy rápido derrapando en el asfalto seguida de un fuerte volumen del que se escuchó un narcocorrido.

En esa calle, el martes, ya nadie sabía nada. Nadie vio más.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses