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Mazapil.— Es irónico. En el subsuelo de este municipio minero se encuentran los más grandes yacimientos de oro del continente americano, sin embargo, 72.7% de su población vive en condiciones de pobreza.

Se trata del segundo municipio más grande de México por sus 13 mil kilómetros cuadrados de extensión territorial (representa 36% de la superficie del estado y es equivalente a cinco veces el estado de Aguascalientes), pero en su cabecera municipal apenas hay mil 500 pobladores.

Llegó a tener 12 mil habitantes, pero ante las calamidades, crisis económicas y sequías, se fue despoblando hasta llegar a la población actual.

En todo el municipio hay 17 mil habitantes distribuidos en 115 comunidades muy dispersas, en muchas de las cuales sólo habitan de tres a cinco familias, la mayoría con carencias de todos los servicios públicos como quedó evidenciado con la tragedia del pasado 29 de julio, cuando un camión materialista arrolló a más de un centenar de peregrinos y mató a 27.

La cabecera municipal está a 290 kilómetros de la capital de Zacatecas y a 140 de Saltillo, Coahuila. Esa cercanía hace que los mazapilenses se sientan más identificados con este último. Muchos, dicen, ni conocen la capital zacatecana.

En Mazapil no sólo se carece de servicios públicos. Al ser un municipio que está en medio del semidesierto y se encuentra custodiado por altos cerros, los cuales impiden que la gente tenga acceso a los sistemas de comunicación telefónica, de internet y carreteras. En la cabecera sólo funciona la telefónica celular Movistar y la fija de Telmex. No se escuchan bien las radiodifusoras, por ello, los techos de las viviendas se tapizan con antenas satelitales de VeTV y Sky para ver la televisión.

Algunos pobladores como don Rogelio Torres Alemán mencionan que antes de que se instalara la mina Peñasquito, “no había carreteras, puro camino rural. Para salir del pueblo e ir a Concepción del Oro sólo se iban en trocas y caballos”.

Auge minero. Durante décadas, Mazapil fue casi un pueblo fantasma. Por su clima semidesértico, agricultura y ganadería dejaron de ser rentables.

Familias enteras tuvieron que salir a buscar opciones. Fue cuando se remarcó el fenómeno de la migración regional a Saltillo, Torreón, Monterrey y, en menor medida, a Estados Unidos.

Sin embargo, hace casi una década Mazapil volvió a tener vida con el auge minero luego de que se encontraran grandes vetas de oro y otros metales preciosos. Aquí se ubica Peñasquito, la mina a cielo abierto más grande de México compuesta de dos tajos (Peñasco y Chile Colorado) con oro, plata, plomo y zinc, propiedad del consorcio canadiense Gold Corp.

Pero surgió un nuevo problema, los mazapilenses de arraigo no pudieron otorgar las necesidades comerciales ni de servicios que requerían los mineros e industriales debido a las carencias de infraestructura y servicios que aún registra el lugar.

La cabecera municipal no tiene la capacidad para dotar del abastecimiento comercial, alimentos, hospedaje, ropa y otro tipo de servicios, los cuales se han tenido que ir buscar a Concepción del Oro, municipio a unos 45 minutos de distancia.

A los pobladores como don Rogelio les queda claro que la mina vino a dar vida y un cambio a Mazapil, “pero en medio de esa riqueza, hay mucha pobreza”, lamenta.

Con el auge minero, cuentan los habitantes, en el municipio se han encarecido las rentas y los alimentos. “No todos podemos pagar esos precios porque no todos trabajamos en la mina”, refiere don Rogelio.

Se trata además, como lo afirman los propios habitantes, de “servicios caros y de mala calidad”. Sólo hay dos pequeños hoteles y las habitaciones, sumamente modestas, llegan a valer hasta 500 pesos. Mientras que las rentas pueden oscilar entre mil y tres mil pesos.

El transporte público tampoco se salva de los altos precios. Por un traslado entre Mazapil y Concha del Oro las combis cobran 100 pesos (ida y vuelta); mientras que los fletes que otorgan los particulares en sus camionetas oscilan entre 250 y 300 pesos el viaje.

En el ojo del huracán. Con la tragedia de los peregrinos el pasado 29 de julio se constataron las graves deficiencias de infraestructura y de servicios médicos en Mazapil, donde sólo hay un centro de salud.

Las decenas de heridos tuvieron que ser enviados a la clínica de segundo nivel del IMSS, ubicada en Concepción del Oro, e incluso a los hospitales de tercer nivel de Saltillo, Coahuila, y Monterrey, Nuevo León.

En este municipio, donde apenas 42.2% de la población cuenta con seguridad social, el único centro de salud —un núcleo de medicina preventiva familiar—, es atendido por una médico pasante quien dice que “hace lo que puede para ayudar”.

Su nombre es Fabiola Acosta Borboa, tiene 25 años de edad y es originaria de la ciudad de México. La médico cuenta que hasta antes del accidente, el centro de salud operaba con un turno, ya que los médicos pasantes son contratados por la Secretaría de Salud con un horario de 8:30 a las 15:30 horas de lunes a viernes. Los fines de semana no hay servicio.

Sin embargo, luego de la tragedia, se acaba de asignar a otro médico pasante para que, por un tiempo indefinido, el centro de salud opere dos turnos.

Fabiola dice que en promedio, a diario atiende de 13 a 16 pacientes en consulta médica, y explica que no le alcanza para atender más pacientes, ya que su rol de trabajo está apegado a cumplir con los estándares de calidad que establecen que cada consulta debe durar alrededor de 30 minutos.

El centro de salud tiene sólo un consultorio y dos computadoras para el papeleo.

También se cuenta con una ambulancia, por ello existe un programa que se aplica con todas las embarazadas.

Éstas deben designar a “un padrino”, es decir a voluntarios permanentes, para que en caso de una emergencia y que la ambulancia esté ocupada en otro servicio, trasladen a las mujeres al hospital de Concepción del Oro, que está a unos 40 minutos de distancia.

Hoy, después de la tragedia, las autoridades han anunciado la construcción de un centro de salud ampliado, sin embargo aún se analiza la ubicación. No se ha dado a conocer si será en Mazapil o en otra comunidad, ya que hay un sinnúmero de poblados que están muy alejados de la cabecera municipal.

La médico pasante también menciona que por cuestión jurisdiccional, ella debería referenciar a sus pacientes a los hospitales de tercer nivel de Zacatecas, sin embargo, la gente siempre le pide que los envíe al hospital de “Concha” del Oro, o al de Saltillo.

Recuerda que el día del accidente acudió a ayudar y lo que halló fue un aterrador escenario lleno de tragedia, dolor, desesperación. “Era un caos. Nadie sabía qué hacer. Había de todo: personas en shock, gente que corría, gente que no ayudaba sólo iba con morbo, pero afortunadamente predominó la solidaridad”, relata.

Dice que sin duda Mazapil la ha marcado. “Creo que a mí y a todos nos ha dejado una experiencia y un aprendizaje.

jram

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