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Si alguien ha vivido en el estereotipo de sexo, drogas y rock and roll esos han sido Mötley Crüe. En su despedida de los escenarios y en medio de rieles y un pentagrama de fuego llenaron de metal a la Arena Ciudad de México.

Una canción de La Novicia Rebelde fue el preámbulo para el inicio de The Final Tour, cuando Vince Neil, Tommy Lee, Nikki Sixx y Mick Mars salieron en punto de las 21:20 horas al ritmo de “Girls, girls, girls”.

La cerveza voló por los aires mientras dos chicas bailaban arriba del escenario acompañando a los formados en 1981, que dejaron lucir el estruendoso trueno de las luces artificiales al tiempo que hubo fuego saliendo de atrás de sus cuerpos.

Con los puños arriba y mucho derroche de potencia en cada uno de sus instrumentos, incluso en el de su guitarrista Mick, quien sufre de una enfermedad degenerativa llamada espondilitis anquilosante desde los 17 años, siguieron “Wild side” y “Primal scream”.

“Ciudad de México —gritó su vocalista—, Hola”, prosiguió en su escaso español. “¿Cómo carajo se la están pasando?, qué bien de regresar. Levanten la mano, ¿quién viene por primera vez a un concierto de Mötley Crüe?, ¿y quién ya nos ha visto”. La emoción continuó de la mano de “Same ol’ Situation” con las luces que formaron parte de su producción cambiando y destellando constantemente al ritmo de los aplausos de quienes felices veían cada acorde brindado.

Así como en el Palacio de los Deportes, al que vinieron en 2011, en el recinto sonó fuerte “Don’t go away mad”, dejando claro el porqué de su lema “All bad things must come to an end”.

Nadie pudo contener mover las cabezas de arriba a abajo en “Mutherfucker of the year” y mucho menos en el cover a Sex Pistols “Anarchy in the U.K.” o en “Shout at the devil”.

Uno de los momentos más espectaculares fue el momento de los solos, tanto de guitarra como de batería. En este último y al coro de “Tommy, Tommy” el integrante subió con su instrumento por un riel justo encima de quienes se encontraban ubicados en la pista y, sin dejar de tocar incluso estando de cabeza, se llevó el júbilo tanto de ida como de vuelta al escenario sonando hasta “Uptown Funk”, de Bruno Mars.

“Saints of Los Ángeles” recordó algunos de los primeros destellos de su trayectoria, aunque su show llegaba al final con “Live wire”, mientras que la señal de electrocardiógrafo en las pantallas fue predecesor de “Dr. Feelgood” para despedirse con “Kickstar my heart”.

La imagen era una sola: Vince y Nikki, con un cuchillo en la mano, arriba de los rieles que los movieron de un lado a otro dejando a la memoria sus particulares gritos y la foto de su reunión en medio del escenario abrazados y agradeciendo.

La nostalgia envolvió al recinto con fotografías y videos de su historia al irse definitivamente de México a las 23:04 horas con la emblemática y coreada “Home sweet home”, que en un inicio comenzó al piano en manera acústica y que terminó con su característica potencia al instalarse sobre un pequeño templete alterno en medio de sus fans el cual subió y bajó así como su sonido.

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