Después de una intensa campaña electoral, el domingo pasado la mayoría de los mexicanos se pronunciaron por un cambio radical . Sin duda, una muy buena parte de la explicación a las elecciones es un claro repudio a la inseguridad, la violencia, la corrupción, la impunidad y la desigualdad de oportunidades.

Sin embargo, tengo la impresión de que la sociedad mexicana también mostró su inconformidad al status quo, que no está dispuesta a seguir esperando para ver mejorar significativamente sus condiciones de vida, y que no dudará en cambiar a sus gobernantes las veces que sea necesario hasta no ver los resultados que espera.

La contundencia de los resultados de la elección y la nueva conformación de los poderes ejecutivo y legislativo que ha emanado de ella, implican un claro rechazo a los dos principales partidos que han gobernado en los últimos años: PRI y PAN. Considero positivo que los mexicanos seamos cada vez más demandantes y exigentes.

Parecía que nos habíamos acostumbrado a sufrir una violencia cotidiana, a aceptar actos de corrupción cometidos por muchos miembros de la clase política y a ser indiferentes a los inaceptables niveles de desigualdad social. No obstante, el domingo quedó claro que la sociedad mexicana se ha vuelto intolerante a todo esto.

Por eso mismo, al nuevo gobierno le debe quedar claro que la sociedad no le dio un cheque en blanco, que no aceptará actos de corrupción, que será sumamente crítica ante la falta de resultados en materia de seguridad e impaciente ante la falta de avances en la disminución de las desigualdades que nos dividen.

También debemos de tener claro que no va a ser suficiente un cambio de gobierno para que el país cambie , podríamos pasárnosla quitando gobiernos en cada elección , pero lo único que realmente hará la diferencia es que todos nosotros estemos dispuestos a cambiar y a hacer lo que a cada uno nos toca para lograr ese fin común que es un mejor México para todos.

Me parece que estamos viviendo un cambio de época . Ahora, junto a los criterios de eficiencia y competitividad se están revalorizando los valores de solidaridad, igualdad y justicia, bajo los cuales deberemos conducirnos, tanto el nuevo gobierno como cada uno de nosotros, empresarios, trabajadores, estudiantes y servidores públicos.

Retomo una frase de Venustiano Carranza que me parece tiene más vigencia que nunca “…las esperanzas de todos los miembros de la sociedad, los lleva a buscar en el bien de todos la prosperidad de cada uno…”. Pienso que sólo así lograremos avanzar de manera pacífica y concretar el enorme potencial de desarrollo que tiene México.

Por último, creo que si la elección dejó claro qué es lo que los mexicanos rechazamos, igual de importante es definir aquello que debemos conservar por su impacto positivo en el bienestar de los mexicanos. Estos 5 meses de transición deben servirle al gobierno electo para analizar y reconocer las decisiones correctas que hemos tomado y no perder así lo mucho que hemos avanzado en diversos aspectos. En concreto, me refiero a la reforma educativa y energética.

No hay peor engaño para un joven y su familia, por ejemplo, que hacerlos invertir su tiempo y su dinero en una educación deficiente que no le de las herramientas necesarias para tener éxito en la vida. Sería una traición a la juventud volver a subordinar la educación a los intereses políticos y electorales.

Tampoco tendría sentido gastarse el dinero de los mexicanos en proyectos anacrónicos y sin rentabilidad social cuando hay suficiente financiamiento privado para dotar al país de los energéticos que requiere. Los recursos del Estado deben asignarse a las prioridades de la sociedad: la educación, la salud y el fortalecimiento al Estado de Derecho.

Lo mismo aplica para la apertura comercial, el turismo, la agroindustria, manufacturas y muchos otros aspectos en los que somos muy exitosos. No se trata de cambiar por cambiar.

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