La tragedia del pasado jueves en la localidad mexiquense de Tultepec, donde se registró una serie de cuatro explosiones en talleres de pirotecnia, saca a la luz la situación de los bomberos de esa localidad. Carencias y bajos sueldos, pero plena vocación de ayudar, es la característica que mejor los describe.

El involucramiento de autoridades y sociedad con las corporaciones cuyos integrantes arriesgan la vida todos los días debería traducirse en la dotación mínima de satisfactores materiales y económicos, pero no es así. EL UNIVERSAL publica hoy que los bomberos de Tultepec desempeñan su labor a pesar de contar con vehículos obsoletos y equipos de protección personal caducos, muchos de ellos donados desde el extranjero, en específico por el Departamento de Bomberos de la ciudad de Chicago.

En materia salarial, sus percepciones son de las más bajas entre los cuerpos de bomberos del Estado de México: van de 4 mil a 8 mil pesos, mientras en municipios como Atizapán llegan a percibir hasta 11 mil 100 pesos.

No se requiere mucha investigación para afirmar que la situación de los bomberos de Tultepec se replica en decenas de corporaciones similares.

Como los bomberos, en condiciones parecidas se encuentran cuerpos policiacos, hospitales públicos y escuelas en diversas regiones del país. Muchos de los problemas de México comenzarían a resolverse en el momento que los gobiernos se ocupen de ofrecer mejores servicios a la población.

Tanto a nivel federal como estatal existen dependencias especializadas en seguridad, salud o educación. A pesar de ello, ni el país ni los estados cuentan con los mejores servicios en esos rubros. La población padece la falta de vigilancia policiaca, deficiencias y falta de insumos en hospitales y planteles escolares sin luz o agua.

La infraestructura urbana es generalmente otro de los pendientes en las principales ciudades del país: calles en mal estado, falta de señalamientos, recolección de basura, etc.

Los ciudadanos no deben conformarse con servicios de segunda o tercera. Es necesario que exijan calidad en ellos, que den cuenta de irregularidades y se conviertan en los mejores evaluadores. Cuestionar la ineficacia gubernamental conducirá indudablemente a elevar la calidad de vida.

Si por algún rubro deben comenzar las distintas autoridades, la prioridad tendría que ser enteramente para aquellos servidores que arriesgan su vida para salvar la de los demás. Es imperdonable que realicen su labor cotidiana sin los equipos adecuados. Hoy lo único que tienen seguro es el riesgo.

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