La presencia de porros en instalaciones de algunos planteles de la Universidad Nacional Autónoma de México no puede seguir esquivándose.

Un día después del ataque a estudiantes del CCH Azcapotzalco, cuando se manifestaban de manera pacífica el lunes 3 de septiembre frente a Rectoría, la UNAM identificó a los agresores como integrantes de los grupos porriles conocidos como “Treinta y dos”, del plantel citado; “3 de marzo”, del CCH Vallejo, y la “Federación de Estudiantes de Naucalpan”, que de acuerdo con la autoridad universitaria responden a intereses externos.

En alguna época los porros pudieron “servir” para contener movilizaciones estudiantiles. Pero ahora, cuando el respeto a los derechos humanos ocupa un lugar privilegiado en la sociedad mexicana, son expresiones de autoritarismo y de formas equivocadas de ejercer el poder, además de representar intereses de grupos —generalmente de corte político— que pretenden influir en la vida universitaria.

Su presencia es tan notoria que el director general de Evaluación Institucional de la UNAM revela más detalles en páginas de EL UNIVERSAL. Explica que hace años esos grupos eran vinculados a políticos del PRI, pero actualmente “se alquilan al mejor postor para contrarrestar críticas o movimientos [...] dentro y fuera de los planteles universitarios”. En esa venta de sus “servicios” hay evidencia de que forman parte de grupos que se dedican a la venta de droga.

El movimiento actual de rechazo a porros debe aprovecharse para desterrar la inseguridad y la presencia de grupos que trafican droga. En los últimos meses un periodista fue golpeado y amenazado por narcomenudistas, después se dio un enfrentamiento entre ellos que dejó dos heridos de bala, los cuales morirían en el hospital. ¿Debe esperarse a que escale el problema?

De manera interna es necesaria una revisión a los cuerpos de vigilancia y de auxilio de la máxima casa de estudios. Videos de estudiantes han exhibido la apatía de algunos de sus miembros ante flagrantes casos de consumo y venta de drogas, lo que incluso podría interpretarse como probable contubernio.

La UNAM, sin embargo, no podrá emprender esa cruzada si no hay compromiso del gobierno local para adoptar acciones que contengan a grupos del narcotráfico que merodean los planteles universitarios.

Hay disposición y apertura de la Rectoría a escuchar a los estudiantes y atender sus demandas. El acompañamiento de la sociedad, de sus alumnos y de las autoridades se vuelve fundamental para tener éxito en esta cruzada.

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