Más Información
Diputados alertan por reducción presupuestal a consulados mexicanos; advierten posible caos ante deportaciones masivas de Trump
Asesinato de políticos no enciende focos rojos: Adán Augusto López; “se está ganando la batalla a la inseguridad”, afirma
Llaman a disminuir uso de pirotecnia durante fiestas decembrinas; buscan evitar contingencias ambientales
Senado entrega Medalla Belisario Domínguez a la periodista Ninfa María Deándar; se ausentan titulares del Ejecutivo y Judicial
Read in English
Todos los países deben generar riqueza para que los beneficios lleguen a la población. ¿Cómo saber si se está logrando? La forma más común de conocer si la economía de un país crece o se contrae es la medición del Producto Interno Bruto, que no es otra cosa que la suma del valor de todos los bienes, servicios e inversiones que se producen en el país durante un año.
En México, casi desde el inicio de siglo, se repetía que el país necesitaba reformas fundamentales para impulsar el auge económico.
Luego de infructuosos intentos, la concreción de los cambios se dio el sexenio pasado; desde el principio de la administración se fueron aprobando distintas modificaciones a la ley en materia educativa, energética, comunicaciones, financiera, de operación de los organismos autónomos y en otras áreas.
La administración anterior presumía que en tan solo 18 meses se llevaron a cabo 11 reformas “transformadoras que son fundamentales para el desarrollo político, económico y social”.
El discurso central señalaba que a finales de ese gobierno, en 2018, la economía del país cosecharía los frutos de las leyes aprobadas. El plazo se venció y los primeros reportes del Instituto Nacional de Estadística y Geografía señalan que las predicciones de crecimiento económico (de más de 5% para el último año de la administración) quedaron muy lejos. En el último trimestre del año pasado el ritmo de la economía se desaceleró y avanzó apenas 0.3%, menor al 0.8% del trimestre previo. El índice de crecimiento del PIB en 2018 fue de 2%, el más bajo de los últimos cinco años.
Es imposible escapar a factores externos que influyan en el desempeño económico, pero decisiones u omisiones de quienes ejercen el gobierno pueden resultar en alicientes o trabas para que la iniciativa privada –la principal generadora de empleos y por lo tanto de riqueza– tenga confianza y destine recursos a proyectos productivos.
Queda claro que no basta con transformaciones legales para que mejore el desarrollo económico de cualquier nación. En los últimos años México ha tenido al menos dos temas que frenan de manera importante la economía: la corrupción y la debilidad del Estado de derecho. Mientras no se avance en esas materias, poco valor tendrán las reformas que se realicen.