Después de 84 años, en México este sábado toma posesión un presidente que no milita en el PRI o el PAN. Andrés Manuel López Obrador se convierte en el decimoquinto mandatario desde 1934, cuando se instauró la duración de seis años para los periodos presidenciales.

Por primera vez un gobierno que se define de izquierda llega al poder en el país y lo hace con el objetivo claro —anunciado en la campaña electoral— de lograr una transformación en la administración pública.

A partir del 1 de julio, cuando se alzó con el triunfo, López Obrador y los integrantes de su equipo de transición han mostrado un ímpetu pocas veces visto en la vida política nacional. En este periodo se presentaron propuestas y se hicieron anuncios de lo que será el gobierno; hubo críticas y reacciones de temor por los cambios sugeridos, hasta cierto punto normales... y que debieron servir para medir a la opinión pública.

Ahora cada anuncio y medida adoptada tendrá un impacto mayor en el país por tratarse de un gobierno formalmente constituido. La prudencia y el análisis previo vendrían bien.

Tras las elecciones, mucho se ha escrito sobre las razones del triunfo del gobierno que hoy inicia funciones. La conclusión de analistas y expertos es que el rechazo a actos de corrupción y la situación de millones de mexicanos que no han visto mejoría en su calidad de vida fueron las causas principales. El país está probablemente frente a una de sus últimas oportunidades para encontrar solución a esos problemas. El desafío de quienes llegan es inmenso.

En este arranque de gobierno debe quedar atrás de manera definitiva la visión binaria —por parte de quienes ejercerán el poder— de que en este país solo hay dos grupos: los que apoyan a la nueva administración y los que la rechazan. En el último cuarto de siglo el país ha consolidado una saludable libertad de expresión. La crítica a los gobiernos en turno se volvió algo normal. Nadie debería extrañarse de que se mantenga esa práctica.

Viene una etapa de cambios porque así lo pidieron de manera democrática millones de mexicanos; sin embargo, sería deseable que ese cambio no represente el fin de instituciones que han permitido avances al país. Modificar por modificar, solo por tratarse de la llegada de un nuevo gobierno, tendría mayores costos que conservar aquello que se encuentra funcionando de manera óptima. Se requiere de una evaluación apropiada.

Este relevo en el poder representará un hito en la historia del país. Si el gobierno marcha bien al país le irá mejor. Todos lo deseamos así y todos queremos un México unido.

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