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La batería agoniza, está a segundos de detener su andar. Uno por ciento de energía. Lucas di Grassi prefiere no mirar. El año pasado en México bebió un trago amargo de champán y el recuerdo lo azota como pesadilla de la que no se puede despertar. La bandera a cuadros es visible, el brasileño aprieta el volante, se aferra a la última voluntad de su monoplaza, que esta vez no falla y lo lleva a cruzar la meta en primer sitio del e-Prix de la Fórmula E en nuestro país.

El sudamericano consiguió ayer por la tarde un triunfo con el último impulso que le dio la pila. Decidió cambiar de auto en la vuelta 18 cuando el abandono del británico Oliver Turvey provocó una bandera amarilla. Desde ahí se desprendió 27 giros en los que administró la energía de su vehículo eléctrico sin dejar de ver por el retrovisor los ataques agresivos del francés Jean-Eric Vergne (Techeetah), dueño de la segunda posición. El británico Sam Bird (DS Virgin), completó el podio.

En 2016, tres horas después de la carrera Di Grassi cambió la risa por una mueca, cuando le informaron su descalificación porque su monoplaza estuvo 1.8 kilogramos por debajo de los 888 kg que el reglamento de la FIA y Fórmula E señalan.

Pero ahora fue distinto para el volante de ABT Schaeffler Audi Sport.

El mexicano Esteban Gutiérrez en su primera experiencia en la Fórmula E, culminó en décimo.

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