El reconocido antropólogo francés, Marc Augé, se encuentra en la Ciudad de México para dictar una serie de conferencias magistrales organizadas por el . La última de ellas será mañana en el Museo Nacional de Antropología a las 17:00 horas.

Ayer ofreció una conferencia de prensa donde habló sobre sus ideas en torno al tiempo en ruinas, el tiempo de la sobremodernidad. Augé se mostró como un hombre parsimonioso que se mueve con la paciencia de quien ha visto los tiempos correr. Multitud de canas abundan su rostro y su fluido español mantuvo la sala en un silencio expectante para poder registrar de forma puntual sus lúcidas palabras.

En su obra Los no lugares: Espacios del anonimato, el “no-lugar” es un concepto clave para entender nuestra urbanidad. Son aquellos lugares de tránsito y de negociación inmediata que dan la sensación de no ser importantes pero que aparecen como espacios para la relación más liviana con los otros, entre la frenética vida de la urbe. Objetos tan simples como un boleto del metro, el número de la tarjeta de crédito, o una identificación oficial se convierten en la identidad impersonal, objetivada. “El 'no-lugar' es un espacio en el que estamos todos, pero son lugares donde nos encontramos en plena soledad”, mencionó el autor francés, quien ha dictado cátedra en la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de París.

Respecto a nuestro desarrollo como humanidad, puntualizó enfáticamente: “La ciencia se desarrolló rápidamente, pero como especie sólo podemos pensarnos entre millones de galaxias. Tenemos conciencia, por medio de estimaciones vertiginosas, que pueden existir millones de planetas habitados y que somos solo uno de ellos. No sabemos cómo será el conocimiento en 30 años, pero necesitamos tener una importante preocupación por la vida, tomando conciencia de nuestro propio contexto”.

La obra de Augé condensa el paso de la antropología de la etnicidad a la del mundo urbano. En sus reflexiones, presenta a la antropología como una visión fundamental para entender nuestros mundos contemporáneos y la sobremodernidad a la que pertenecemos, aquella donde la televisión y los medios de comunicación brindan una nueva individualidad con la sensación de presenciar la Historia sin poder ser parte de ella.

Para el académico, que también ha dirigido investigaciones en el Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia, las fronteras culturales y del lenguaje son una ficción que sirve para mantener la tranquilidad de aquellos que temen a lo extraño. “El exotismo de las culturas es una ilusión. Cuando se hacen comparaciones entre culturas y se habla de una 'perdida de diversidad' se aboga a una falsa idea, porque no podemos hablar de variación de culturas como variaciones de especies animales; como humanidad somos una sola especie. Lo emocionante es buscar esa dimensión antropológica de los otros, en contacto con su lenguaje”, expresó.

Superamos esta distancia acercándonos a los significados de los otros, al encontrar la naturaleza más honesta por medio de conocer sus expresiones, consideró el antropólogo. “Las fronteras entre lenguas son superables. Podemos intentar hablar o entender otra lengua, y entonces no es ya un muro, sino una frontera que se puede franquear”. El ideal, entonces, no sería un mundo sin fronteras, sin muros, sino un mundo donde las fronteras son reconocidas, respetadas y superadas por medio del reconocimiento del otro, de la riqueza de sus formas y de pensarnos como iguales en el respeto de las diferencias, dijo.

Al finalizar la charla del también escritor de La comunidad ilusoria y de Dios como objeto, varios periodistas acercaron libros a sus manos para estampar esa noche con su rubrica. Siempre atento, Augé firmó todos los ejemplares. Despedidas, más fotos y agradecimientos. Al final, aquella reunión también se convirtió en un 'no-lugar', en un breve encuentro que posibilitó que los presentes reflexionarán sobre sí mismos.

nrv

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